Hoy es 26 de octubre y hace a penas mes y medio que empezó mi tan esperado último semestre. Un último curso de un grado que me ha sabido a poco o nada. Y es curioso porque he llegado a sacar 6 asignaturas de golpe compaginando mi otro trabajo, trabajo que me quemaba tanto que solo quería acabar, trabajo en el cual tuvo que llegar la crisis global para poder teletrabajar ahorrando horas de viaje, madrugones, dinero en transporte, y, por qué no decirlo, tiempos muertos.

Pero ahora tengo un trabajo que me apasiona, en el que puedo echar 14 horas sin notar cansancio y es más, lo hago. Y lo peor de todo es que solo tengo 2 asignaturas y ya, con solo mes y medio, he dejado una para examen porque más que tiempo, no me quedaban ganas para hacer el idiota analizando la teoría del montaje audiovisual cuando me paso mitad de jornada montando vídeos. La universidad tiene eso, que hay mucho libro y poca realidad. A montar se aprende montando.

Por otra parte, y esta sí que me jode; tengo un TFG que desarrollar, y el poco tiempo que me queda estoy tan cansado que pensar en escaletar mi proyecto, demasiado ambicioso por mi parte, en documentar mis referentes, y en localizar ponentes, me agota más que toda una semana rellenando Excels. Y sí, en este caso es un proceso real, un proceso que en septiembre hice para el trabajo, un proceso que ya sabría, en teoría, llevar a cabo. Pero ahora que tengo el trabajo soñado me importa poco lo demás. Para mí la universidad era el paso necesario para llegar a ser profesor funcionario, que es donde me veo jubilándome.

El problema ahora es que soy el responsable de la que será la mejor academia online en Español, al menos hasta que abra mi propia universidad con titulaciones oficiales aprobadas por la UE. El problema es que con este trabajo ya no me corre prisa la docencia pública, esa vía de escape contra trabajos odiosos ya no prioritaria, y por tanto las energías se destinan a lo que me hace feliz, pleno y realizado.

Y no, no voy a parar la universidad ahora que estoy en el tramo final, pero como diría Melendi, es cuestión de prioridades. No me cabe duda de que este febrero me graduaré. Pero menos duda me cabe de que si todo va según lo planeado, ese mismo febrero más que la banda y el sombrerito, alzaré mi nombre, mi marca personal y mi trabajo.

Cuanto más trabajo menos inseguro me veo, y no es que me las esté dando de listo ni que se me esté subiendo a la cabeza, pero visto lo visto, si me lanzo, si me lanzara de verdad, me comería la tostada, la mantequilla, la mermelada y hasta el tumaca.

Insisto, no voy a dejar la universidad a falta de solo 8 ECTS. Pero Jobs no la acabó, Zuckerberg tampoco, ni Oprah Winfrey, Jack Dorsey, entre tantos otros exitosos. Pero es cierto que siempre creí que no hacía falta; que para perder 4 años entre libros los invierto en 2 FPs llenas de realidad. Y me hubiera gustado cursar realización, para saber ahora realizar un buen streaming que deje locos a los más de mil espectadores cuya presión siento en el cuerpo desde antes incluso de darle a «ON AIR», cursar sonido para montar mi propio estudio y trabajar con artistas de mucho carácter y cero oportunidad; producción para saber elaborar un plan de gastos, papeleos, y en definitiva, lo que tengo que hacer ahora en 4 meses de TFG y que sigo considerando tan aburrido como necesario.

Si hubiera invertido estos 4 años de universidad en esos 2 o 3 Ciclos de Grado Superior no habría trabajo audiovisual que se me resistiera, pero lo cierto es que solo controlo de iluminación, fotografía y algo de operador de cámara, pero siento que hay todo un mundo audiovisual que me espera afuera de la facultad.

Mañana me van a llover hostias por mis carencias, y es que en la universidad me han enseñado marketing, publicidad, relaciones públicas, derecho, empresariales, y lo agradezco; ahora puedo entender las movidas de marketing de las que hablan mis compis de departamento, pero de las que no formo parte. Y en lugar de eso, carezco de los conocimientos de mis propias funciones, al menos del nivel de profundidad que me gustaría tener para decir «si» o «no» con seguridad cuando se me pregunta.

No es que esté en contra de la universidad. Sueño con crear la mía propia, online, por supuesto. Oficial, no iba a ser menos; odio esos cursos que son papel mojado y profesores con más marketing que didáctica. Lo que digo es que igual que trabajo en la mejor tienda online de España, aquella que supo inventarse. Mi próxima meta es crear la primera universidad online del mundo en ofrecer titulaciones oficiales que de verdad satisfagan las necesidades de los empleos reales sin freír la mente de los alumnos.

Y sí, sé que si no soy capaz de concentrarme en un TFG menos aún en una facultad entera; pero lograré superar cada una de las etapas por las que pase esta carrera de fondo. Solo que en mi mente existe el spring y he de saber canalizar las fuerzas y sacarlas cuando hagan más falta. Ahora, por ejemplo, toca sacar ese trabajo final de grado adelante para que no me frene.

Ya sabéis cómo soy, le doy vueltas y vueltas a las cosas y hasta que no llega el día no las pongo rectas.

Y por último, esta claro que no iba a poder aparcar la universidad, porque no sé conducir. Esa es otra de las cosas que dejé aparcadas, y que han cobrado prioridad justo ahora, que todo parece extremadamente necesario.

Hasta un próximo capítulo, y ya saben, póngale un buen campus virtual a los estudios. Sean los que sean.

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