Hace una semana le conté a mi prometida que estaba hecho un lío, y que había tenido pensamientos que ambas comprendemos porque los sufrimos, y que no estaba bien.
No he hecho los deberes del máster porque era un plan de marketing, y siento que en este momento de mi vida no puedo definir unos objetivos, no sé dónde ir. Y sin dirección no se avanza a ninguna parte.
Hace años lo tenía claro. Sacarme el grado, el máster, la oposición y ser profe de FP con un sueldo digno, mi estudio en la casa soñada y dos meses de vacaciones al año para recorrer España y hacer mi proyecto fotográfico personal. Era una vida sencilla.
Pero llevo dos años independizado, con muchos retos profesionales superados, mucho aprendido, mucho vivido, y se me debió contagiar la ambición, pero ya no sé si quiero la vida de antes, o una más libre, más fluida, donde yo mande, yo sea dueño de mi incertidumbre. El problema es que no tengo las aptitudes para ella. Soy demasiado vago. Y soy demasiado bueno, de bondad, no de talento, para ser empresario. Así que no sé qué hacer. No duermo, pero me caigo de sueño todo el día. Me dejo consumir entre series, pelis y programas porque no sé qué hacer con mi realidad.
Pronto realizaré dos fotos más:
- Tirar el título
- Apretar
La primera versa sobre mi dubitativa sobre si dejar o no dejar el máster, siento que no es el momento. Pero no me gusta dejar a medias a las cosas ni a las personas. Así que no sé.
La segunda cuenta el refrán «Quien mucho abracar poco aprieta» y representa a uno mismo siendo verdugo de su propio estrangulamiento.
Y sí, es posible que no llegue a todo, no por falta de tiempo, si no por una pésima organización de este. Por pereza, por vagancia. Por malgasto del tiempo en tareas anodinas y burdas. Pero el arte siempre me ha salvado la vida, y convertirlo ahora en trabajo, en teoría, en objeto de estudio, me consumo, y es una tarea que no me da placer. Y me apunté por satisfacerme. Supongo que la formación me está dejando tan a medias como yo a ella, como esas relaciones que ni suman ni restan, ambiguas, de las que un día piensas y desapareció sin nostalgia.
Quizá no estoy hecho para la trayectoria académica, tampoco para la artística y en la profesional doy el 100% y no destaco como debería, y debería dedicarme a la docencia, pero sin nada de lo anterior, es improbable el éxito en esta.
Así que mi objetivo, el único que tenía claro, que es ser docente de fotografía, se ha diluido en caminos abruptos, posiblemente erróneos. Senderos con trampas mentales que me han dejado malherido, como a John Wick antes del duelo en su cuarta entrega.
En esta maldita sociedad líquida me ahogo, necesito aferrarme a la firmeza de un algo que aún no he encontrado, flotando en mitad de un oceano negro, con un montón de estrellas que me dirigen a todas y a ninguna parte, sin avistar tierra ni refugio y enfrentándome a los peligros de lo desconocido. Sin designio claro.
Tengo dos objetivos zoom en la maleta porque nunca me gustó perder ningún momento. Pero estoy perdiendo todos por no saber dónde enfocar.
El problema de tener tanta libertad es que tienes que tener muy definido qué hacer con ella. Y no es el caso.