Hoy ha sido uno de esos días que si fuera una serie sería el capítulo que confundes con el final, porque es tan completo, está en el máximo apogeo que ves venir el cierre de la temporada, pero no, es uno de esos que aumentan la intensidad, para luego al siguiente decir «adiós», es como la última noche de una película romántica antes de despedirse en la estación, esa noche muy de «Habitación en Roma» llena de giros y giros antes del final de mierda. Pues así ha sido hoy, un día de piscina, de comida, de parchís, piscina, cartas, parchís y cena. Y muchas risas, mucha coña, pero ahora llega el bajón, el «esto para mí se acabó», y escribo porque es lo que hago. Llorar en palabras como llevo haciendo desde 2004.

Todos se despiden de mí como si me fuera a la guerra, y es toda una batalla si, pero no de esas que matan, sino en las que siempre se gana algo. Se despiden como si me hubieran diagnosticado 3 días de vida. Y me da pena, incluso rabia, pero qué voy a hacer, no me ha caído dinero del cielo como para no preocuparme por el trabajo. Yo soy el primero que sabe lo que pierde, y lo que puede ganar. Yo soy el que deja todo atrás por un adelante que aún ve lejano y borroso. Yo soy el que escribe sabiendo que este día será irrepetible. Pero si, entiendo que a nada que me estimen un poco, a ellos también les dolerá una miguita.

Hoy ha sido un día de los de tener todos los findes, diría que todos los días, pero es altamente improbable. La vida es equilibro y tras lo bueno queda lo no tan malo.

Soy el protagonista de esta serie y me siento como si fuera el espectador triste al que le jode que el actor abandone su serie favorita. Se supone que lo hace por su bien, por un papel mejor, y es lo que hago, pero me he metido tanto en este personaje que deshacerme de él me cuesta, tanto como meterme en el nuevo, aunque sea el papel del Goya, de los Feroz y de los que suben el caché.

Me voy a Valencia a cultivar mi propio éxito, a sembrar talento y cosechar fama. A enterrar mis envidias, regar mis ganas y florecer bien sabroso, dulce y sin aditivos. Me voy a la masía de la luz a disfrutar de la fotosíntesis.

Pero me voy, que es lo que jode. Y solo, que si, que ya me sentía en muchos casos, salvo hoy, solo, pero sentirse y estar es bien distinto, y ahora van las dos cosas en semejante dupla novedosa. En cierto modo no voy tan solo, me llevo un último semestre y un TFG que realizar. Buena escusa para no decaer, para seguir, para empujar hasta sentirlo en el pecho. Me espera el cariño de mi compañera María con la que más he conectado.

Que si estoy down es porque me espera el gran estreno, pero tengo ganas de viernes, de realización multicámara. De observar como cientos de personas de todo el mundo disfrutan sin saberlo de parte de mi trabajo y del de mis compañeros. Me espera ser el regidor, el director, el músico, el compositor, todo de golpe. Menudo show. Me genera más presión que en el interior de cualquier instrumento, pero suena bonito. Todo depende de cuánto tarde en afinarme.

Pero volviendo a hoy, ¡qué decir!, en familia. Y veo que al reloj le queda poca arena por caer. Y me da pavor el rumbo a lo desconocido. Y sobre todo, asusta que pasados los meses, hoy sea un día cualquiera más de una vida. Porque puedo escribir ilusiones con nombre transparente y apellido de autonomía, pero no deja de ser un proyecto de familia tan irreal como un viaje al espacio exterior al alcance de todos.

Se acabó por hoy. Fin. Voy a abrazar a mi mamá en el sofá mientras vemos cualquier cosa en el televisor, no es el qué, es el con quién, y es cada grano de arena, nunca la montaña.

Continuará…

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