Corría el año 2023 en la azucarada Málaga cuando en plena primera edición del súper festival de fotografía infantil en aquel Hotel junto a un río sin cauce conocí a un tipo que me ahorró tomar una dura decisión por pertenecer a una empresa cuyas prioridades me dejaron claro por qué alguna vez me equivoqué pensando que molaría trabajar allí.
En 2012 compré aquella Nikon D5100 y empecé a utilizar Adobe Lightroom, cuando pasaron los años usando el programa ya era todo un experto en 2017, tenía un flujo de trabajo rapidísimo, y, aunque probé softwares alternativos como DarkTable en mi querido Debian OS, estaba claro que los de Adobe no tenían rival y por entonces usar el programa sin pasar por caja no era nada complicado.
Todo cambió en 2018, cuando realicé la FCT (Formación en Centros de Trabajo) de la mejor opción posible para aprender fotografía en España, el Ciclo Formativo de Grado Superior de Iluminación, captación y tratamiento de imagen. En aquellos meses de prácticas estuve de asistente en el estudio de un fotógrafo publicitario de Madrid, tuve la oportunidad de manejar equipo Profoto de la época en la que eran herramientas feas y pesadas, pero demostrando que aún rendían como el primer día. Asistí a shootings en localización, en estudios de alquiler, en el estudio del fotógrafo, en agencias de publicidad… Pude conocer cómo funciona el sector de la fotografía publicitaria, desde cómo se lucha por conseguir la campaña, como se diseña la producción, se ejecuta, hasta la posproducción y la entrega al cliente, viendo el resultado final tras pasar por grafismo e impresión.
Recuerdo que siempre, en todos y cada uno de los shootings el fotógrafo disparaba conectado al ordenador con un cable naranja y empleaba para ello un software llamado Capture One con una interfaz industrial que parecía un programa de ingeniería abrumador. Su asistente se encargaba de gestionarlo todo mientras yo observaba sin entender qué era aquello, pero todos los de la agencia se reunían alrededor de la pantalla para ver las fotos y tomar decisiones. Y sentí que la fotografía era eso, la creación conjunta de un mensaje visual. Un equipo de personas creativas construyendo juntas. ¡GUAU!
Terminé mis prácticas y me hice con ese software industrial en verano de 2018. Empecé a usarlo y aprenderlo con calma y sin ninguna guía (que ahora ya existe) y con el tiempo, ya en 2020, lo manejaba casi a la perfección tan bien como llegué a usar el otro software que no he vuelto a usar desde ese verano hace ya 6 años.
En 2020, la empresa desarrolladora del software Capture One decidió salir a pescar y empezó a hacer ruido en canales de YouTube en donde muchos fotógrafos se animaron a crear cursos de aquel revelador fotográfico digital tan maravilloso. Por desgracia, yo no encontré ninguno que me ofreciera lo que estaba buscando, así que, aproveche el rebufo para crear mi propio curso online gratuito en la primavera de 2021. Me leí todos los capítulos de la comunidad de soporte de Capture One en donde una muchacha llamada Lily redactaba unos artículos reveladores explicando con todo detalle y en inglés cada una de las herramientas, como si los programadores le hubiesen indicado para qué está desarrollada cada una de ellas. Lo cual me sirvió para aprender, de verdad, el programa en lugar de engañarme con esos chamanes de YouTube que lejos de investigar se limitaban a contar sus creencias y usos. Y entonces creé el curso y pasé de pocas decenas de suscriptores y tristes visualizaciones en YouTube a más de quinientos suscriptores y miles de visitas, likes y comentarios de agradecimiento.
Pero yo también estaba equivocado, me había basado en mi experiencia con el programa y me dejé aspectos clave que aprendí después en mis años trabajando en Kinafoto. En todos los workshops online y eventos que hemos realizado usamos el mejor software que existe para tethering, Capture One, y entonces, al conectar las diversas cámaras de los muchos fotógrafos y fotógrafas con sus diferentes configuraciones me di cuenta de la cantidad de errores que aparecen en esa ventana emergente. El pasar de usar un catálogo único en mi sobremesa a varias sesiones en diversos portátiles me enseñó un flujo de trabajo completamente diferente y exploré las comodidades e inconvenientes de los ficheros .eip, los metadatos, y otras herramientas que había pasado por alto. Ser ese asistente digital me enseñó la diversidad y adaptabilidad del programa más allá de la literatura y el uso personal.
Y llegamos a ese enero de 2023, donde se me presentó a un empleado de la empresa con el que tuve mucho tiempo para hablar del software, además, los asistentes del evento venían a consultarnos y obviamente pude demostrarle lo mucho que sé del software y la pasión que siento por ayudar a la gente a usarlo. Tanto es así que me llegó a decir: «si sabes más que yo».
Pese a mis esfuerzos por impresionarle, también pudo apreciar como en aquel congreso con ponentes internacionales yo no podía relacionarme con ellos al no dominar el idioma internacional, el inglés. Y así fue cómo llegó a preguntarme «Oye, ¿conoces a alguien que sepa del programa y quiera trabajar en soporte técnico?» Yo le miré directamente a los ojos esperando que fuese una pregunta retórica, a lo que pronunció: «Pero tiene que saber inglés». Y se me empezó a revelar una sensación de rabia, frustración, ira, impotencia y todo un cóctel explosivo que en aquel momento contuve extraordinariamente para meses después quejarme en mis redes sociales por haberle negado la posibilidad a alguien que no ha hecho otra cosa que aprender para ayudar a los demás, tan solo por no saber inglés.
Hago una elipsis espacio-temporal. Valencia, Innovahaus, entre 2021 y 2022, preparando un webinar con una antigua trabajadora de Innovafoto y actual empleada de Capture One. Tras colgar el teléfono después de una llamada en inglés y francés, hablamos de la importancia de saber idiomas cuando le indico que no es mi fuerte, si no mi debilidad.
De vuelta a la actualidad y con perspectiva me doy cuenta de todo lo vivido en relación a ese software y me percato de que:
No se habían dirigido al público general hasta su independencia de PhaseOne y rebranding en 2019, cuando la versión comercial (nombre del producto) pasa de la 12 a la 20 rompiendo así la continuidad con la versión de compilación (desarrollo). Y pese a sus esfuerzos en marketing aún siguen sin calar entre el público general que ve en Adobe una propuesta más completa y barata con un desarrollo mayor si tenemos en cuenta que las panorámicas y HDR no llegaron a Capture One hasta 2022, siendo habituales y muy decentes en Lightroom desde antes de 2015 y sin las cuales yo no hubiese podido realizar mis paisajes. Y es que, si bien Capture One es lo mejor en tethering, color y exportación, imprescindible para el profesional y la industria; el usuario generalista valora más un menor precio, herramientas automáticas integradas en un mismo software como entonces las panorámicas, HDR y ahora la IA. La realidad es que Capture One llegó con eso mal y tarde y aún hoy no considero que sus panorámicas y HDR sean usables, al menos no al nivel de Lightroom. Aunque también reconozco que entre los sensores actuales y el tratamiento del archivo con la curva «respuesta lineal» tiene que ser un caso muy extremo el uso del bracketing hdr, pues de una imagen podemos recuperar con calidad muchísimo más de lo que lográbamos hace un par de años, haciendo prescindible el HDR. Pero una vez más, aunque el profesional tiene programas de panorámicas muy superiores, como HUGIN o PTGUI, el usuario general prefiere tenerlo integrado y fácil de usar por el mismo precio aunque los resultados no sean excepcionales. Y lo mismo aplicaríamos a la nueva reducción de ruido por IA de Lightroom que no tiene, aunque es muy buena sin IA, Capture One y que encontramos en software dedicados como DXO PureRAW o Topaz Denoise, entre otros.
Y aunque Capture One intentó ponerse a la altura en materia de Inteligencia Artificial con sus muy buenas máscaras de reconocimiento, las cuales han acelerado el flujo de trabajo una barbaridad, no lo logró tanto con su supuesta herramienta inteligente de edición automática, algo que tampoco tiene Lightroom pero que sí tiene el revolucionario software AfterShoot, compatible con ambos, y que funciona increíblemente bien ajustando miles de imágenes asegurando la uniformidad visual entre ellas. ¡Imprescindible para reporteros sociales de bodas y eventos!
Sin enrollarme demasiado, mi conclusión es que Capture One sigue siendo el mejor gestor y revelador fotográfico digital por su inigualable tethering, tratamiento del archivo y exportación, requisitos clave de todo fotógrafo de estudio, moda y publicidad. Pero ha querido competir en el mercado generalista cuando no estaba, ni está, preparado y, aunque ha logrado dar que hablar, no ha logrado convertir al público que en muchos casos ni dispara conectado, ni exporta con varias fórmulas, ni le preocupa sacar el máximo de su archivo digital porque no se preocupan ni en la toma y solo quiere poder trabajar su imagen digitalmente de manera integrada y sencilla y cuanto más automática, y barata, mejor.
Como veis, le he dado mucha caña crítica. Es la libertad que me da no trabajar en una empresa que toma decisiones aparentemente a la ligera pensando más en ventas por volumen que en la que fue su razón de ser: ofrecer al profesional más exigente una herramienta de calidad donde prime el cuidado de sus imágenes.
Y por eso me alegro de que no saber inglés me haya ahorrado tomar la mala decisión que hubiese sido trabajar para una empresa a la deriva más centrada en expandirse que en concentrarse.
Quizá te preguntes por el título tan curioso de este relato, y es que al final, todo era una cuestión de mover la lengua cual perro bebiendo del arroyo. Aunque los de Capture tONguE no lo estén haciendo en el lugar adecuado, con el ritmo adecuado, y con la percepción necesaria para saber que si querían orgasmo, tenían que concentrarse más en quien recibe el lametazo, porque puedes pensar que tienes una lengua y una técnica increíble, pero como no seas capaz de adaptarte a cada púb(l)ico no te servirá de nada.
Yo, sigo defendiendo que puede que Capture One no te sirva para todo el placer que aquel libro indú ilustra, pero lo que hace lo hace de maravilla. El error ha sido promover ser el rey de los orgasmos asegurados en lugar de reconocer que puede que no todos alcancen el clímax, pero seguro disfrutará de sus excelentes beneficios. Porque la monogamia es el gran timo. No existe el comodín que lo haga todo de sobresaliente, por tanto, si buscas variedad mediocre a buen precio quédate con Lightroom, pero si estás dispuesto a tener una relación abierta mucho más enriquecedora ya tienes toda una lista de programas que son lo mejor en lo suyo, con Capture One como colega íntim@. Además que te vendrá bien ya que, si te mola el mejor plugin de retoque inteligente «Retouch4me», necesitarás del amante Photoshop, ese que siempre vas a acabar necesitando si te gusta la manipulación.
Y recuerda, que si te has tragado la mentira de que lo mejor es especializarse, ¿por qué elegir entonces el software más generalista en vez de varios especializados?