Añoro ese tiempo en que me daba tiempo a hacer lo que me daba la gana. No tenía dinero, no trabajaba, por lo que recuerdo que tenía el cuerpo que quería tener, o casi, porque despertaba a eso de las 10 y me ponía una de esas apps de entrenamiento en pocos minutos. Unas flexiones y unos abdominales después y ya estaba, había cumplido con el cuerpo.
Me duchaba, comía a eso de las 13h y partía para clase, donde básicamente hacíamos vídeos con una cámara ENG de cinta, iluminábamos un cutre escenario con una simplona mesa de DMX, montábamos los vídeos en Final Cut, y hacíamos fotos analógicas con mi amada Sinar de placas con la que pasé unos meses absurdamente maravillosos y que echo de menos cada vez que pongo delante de mi Fuji un edificio o un producto complejo.
Normal que fuesen los dos mejores años de mi vida. No tenia nada que barrer, nada que cocinar, y aunque no tuviera dinero para flashes, ni para cámaras, aunque envidiase a mis compis por poder comprarse todo eso y hasta ir a tomarla a la sureña, era feliz. Con mis flashes Neewer de 50€ y con mi Nikon D5100. Pero tenía todo el tiempo del mundo para hacer ejercicio, vídeos, fotos, leer libros de poesía, de fotografía, series, películas. ¡Qué puta pena que por ser estudiante no te paguen! Porque me hubiera pasado la vida entera.
Y por eso encendí la bombilla de la inteligencia y lo miré desde otra perspectiva, así, sin mover los montantes de la Sinar ni nada.
Me di cuenta que podía vivir lo más similar a esa vida pero con un poquito de esfuerzo.
Miré los requisitos para ser profesor de FP:
- Un título universitario, concretamente ingeniería o comunicación.
Vaya, el primer problema. Acudí a la jornada de puertas abiertas de TAI, ya que era la única que impartía el grado de fotografía y aunque las instalaciones no estaban mal. Los 9.100€ de matricula al año se le iban de precio a un joven que nunca había trabajado y cuyos ahorros no daban para casi nada.
Ese verano decidí abrir un perfil en infojobs y a las pocas semanas ya tenía trabajo como técnico informático. Cobraba 800€ al mes, de los cuales no perdía casi nada en impuestos, ¡solo faltaría! y trabajaba 40 horas a la semana en turnos de 7 a 15, 9 a 18, o 15 a 23. De lunes a domingo. ¡Y dicen que la esclavitud fue abolida!
Con lo poco que ganaba no daba para el grado, y dados los horarios, tampoco es que fuera compatible.
Así que en septiembre encontré un plan B, la UOC y el grado en comunicación del cual podría convalidar casi un año.
Eso sí, sin tiempo para esa rutina de ejercicio, ni para leer poesía.
A los 4 meses, en diciembre, dejé ese trabajo esclavista, y a la semana ya tenía otro mucho mejor con un sueldo digno de poco más de 1.000€, que no estaba nada mal. Me permitió ahorrar lo suficiente como para matricularme en un máster privado en Too Many Flash, ya que me sentía inseguro con mis habilidades fotográficas y quería ser el profesor que se merecieran mis alumnos, no como los que poco y mal me enseñaron a mí.
Así que con pandemia mundial de por medio en año y medio me saqué el máster, logrando un portafolio curioso, amigos, contactos y experiencias que sumar a las vividas en aquel instituto de secundaria.
En enero de 2022 ya lo tenía. El primer requisito hecho. Era graduado universitario. Aunque sea en comunicación.
Claro que para entonces había vuelto a cambiar de trabajo tras el fracaso de mi estudio creativo, y ahora estaba en Valencia, independizado y con casi nada de tiempo ni dinero ahorrado.
Ahora tenía un problema, pese a que el trabajo está muy relacionado con la fotografía, el hecho de ser en Valencia me impedía cursar el Máster de formación al profesorado en la Rey Juan Carlos. Así que me metí en otro, que abandoné al año dejándolo a la mitad. Encontré una opción online por 8.400€, pero aunque hubiera ahorrado ese dineral, tenía que hacer 3 meses de prácticas y el trabajo no me lo iba a poner nada fácil.
Así que me matriculé en otro con la intención de ir más allá y abrirme paso al doctorado para dar clases en una universidad. Pero me está yendo jodidamente mal.
Y aquí estoy, más torcido que un girasol. Con la seguridad de estar preparado para ser profesor, pero sin el segundo requisito para poder serlo, el máster habilitante cuya especialidad de procesos de comunicación es difícil de encontrar a buen precio y totalmente compatible con mi trabajo actual.
Mi vida ha cambiado en estos casi dos años que hace que vivo fuera de casa. Ya no estoy seguro de querer ser funcionario, quiero hacer fotos, hacer vídeos, y sigo sin querer ser empresario, pero ahora más que buscar cómo cursar ese máster habilitante, me centro en buscar la fama para que me contraten por lo que soy, por quien soy, y no por lo que tengo.
He impartido 5 talleres presenciales, unos cuantos online, mentorías, asistido a referentes internacionales sin tampoco saber inglés. Ahora estoy en el punto en que podría comerme el mundo, pero le veo demasiado crudo jajajaja pero un poco chupado sí que lo tengo.
Empecé esta movida porque me daba la vida el pasillo de un instituto. Y ahora miro los focos que alumbran el escenario al que estoy subido y me acuerdo de cuando era yo quien controlaba las luces. Demasiado bonito.
Hace años que me vi forzado a desviarme de ese camino que seguía tan recto, pero ahora tengo la opción de volver y perder la andado, o seguir y descubrir qué me deparará la incertidumbre.
No soy profesor, cierto. Pero me paso (casi) el día creando, enseñando, y llegará una mañana en la que mi teléfono sonará una y otra vez, y podré ganarme la vida de charla en charla. Además que soy el director de la Kinacademy, y eso me hace sentir como el Jordi Cruz de la luz, aun que sin estrellas, que soy más de flash jejeje.
Porque no podemos controlar el 100% de nuestra vida, pero sí elegir con qué actitud nos tomamos los cambios que en ella ocurren.
Os escribo en el siguiente capítulo, a saber sobre qué, y mientras ya saben, póngale pasión a la vida, y luz, que si no no se ve.