Dicen que «crisis» en chino significa «oportunidad» y Albert Einstein dijo algo así como «La crisis es necesaria para que la humanidad avance. Solo en momentos de crisis surgen las grandes mentes.» ¡Estoy de acuerdo!

Al margen de todo el dolor y las muertes, he de reconocer que 2020 nos ha forzado a una necesaria actualización, nos ha dado la oportunidad de implantar lo que hace años, décadas, debió hacerse. Y usar esa tecnología que nos apresa, para el bien, para la liberación, aunque muchos no comprendan la ventaja.

No sabéis la cantidad de horas de vida que he perdido esta semana. al menos 12. Medio día que ya no recuperaré. Y todo por ir a la oficina a hacer, en muchos casos, lo mismo que puedo hacer con el portátil en casa. Sin frío, sin madrugones, sin comida de microondas.

Es cierto que no todo se puede hacer online, que tengo que ir al plató a grabar, al almacén a hacer inventario. Pero planificar, escribir, llevar las redes y responder consultas no es algo exclusivo del lugar.

Creo que hay a quienes les viene bien separar espacios, que como creativo sé muy bien el valor que tiene caminar, observar… Pero poca atención puedo prestar tiritando de frío y con legañas en los ojos anclado en una estación de tren.

Creo que debemos cambiar la forma de trabajar, y dejar que el empleado se autogestione, que decida, que mientras cumpla no importe cómo, dónde, ni cuándo. Que estoy harto de horarios que no se cumplen en muchos casos. Como decía Picasso, «que la inspiración me pille trabajando». Y es que hay veces que me paso las horas muertas mirando desenfocado el teclado de la oficina, y otras en casa, en la cama, en la ducha o en el super y «voilà«, me vino la idea. ¿Qué puta optimización del tiempo es esa?

Los trabajos creativos deberían ser resultados, no minutos. Y las ideas no vienen de 9:00 a 18:00. Quizá a las 11:00 esté en un absoluto blanco y deba resetear mi cerebro, ponerlo a otra cosa, ver una serie, adelantar deberes de la universidad o simplemente pasear por el pueblo a regar la máquina de las locuras. Y puede que justo antes de cerrar los ojos a la noche me venga el guion, el slogan, la frase del millón. Puede que me pase la noche trabajando y no sería sano continuar sin dormir solo por cumplir con un horario que no está hecho para el pensamiento.

Nos pasamos toda la vida en las mismas jaulas. El cole de 9 a 14, el insti de 8 a 15, la oficina de 9 a 18 y es quizá la universidad el único respiro, y ni eso en mucho de los casos. La rutina es el cementerio de la creatividad. Y todo es rutina en la vida adulta, y ya empiezo a aburrirme.

Ahora que he empezado a vivir, a vivir de verdad, miro atrás y sé reconocer todos mis fallos, he encontrado las respuestas que de adolescente, osea anteayer, no sabía ni plantear. Uno hace el idiota porque se pasa la vida de A a B, de B a C y así hasta la Z, siempre en orden. Sin pensar que puede viajar de S a F, de T a A, o sencillamente juntar todas las letras y encontrar la palabra libertad.

Me he dado cuenta que levantándome a las 4 de la madrugada, recorrer 200Km y montar en stand en un casino de Murcia me da mucha vida. Que cargar con kilos de equipo bajo la lluvia hasta el garito de moda y no tener tiempo ni para dar un trago a la botella de agua me sacia con toneladas de felicidad. Y con razón salgo tan guapo en esa foto, si es que estaba en mi salsa. Y si tengo que coger un avión hasta Málaga, un autobús hasta una granja o un bbcoche hasta Valencia pues ojalá eso cada día. Porque ahora entiendo por qué las mejores canciones se escriben en furgonetas, habitaciones de hotel y cenas entre colegas.

Porque es ahora cuando puedo llamarme artista, porque ya he sentido lo que es subirme a un escenario, hablar en público, y esperar tras el telón a que comience la función.

Quiero cortarme el pelo, ponerme mi camiseta negra, conectar el micrófono y hablar del gran libro que es la vida, habiéndola vivido antes.

Toda mi historia en una crisis existencial y por fin, por principios, llegó la gran oportunidad.

La ocasión de escribir un nuevo capítulo. Pero de ese ya os hablaré la semana que viene. Que aún no he facturado las ideas en la cinta transportadora del futuro.

He de reconocer que soy mi fan number one, que miro mis vídeos dos veces al día y me siento pleno. Y me jode que el resto del mundo no sepa lo bien que me sienta hacerlos. Que todo pase por oficina, que la bomba tenga contador y no explote nada más montarla. Porque un artista es artista por el hecho de hacer arte, pero sufre el peligro de alimentarse de su eco y por el momento no he oído a nadie pronunciar mi nombre. Y no, no es fama. ¿A quién no le gusta sentirse valorado?

Yo siempre he odiado los aplausos, me gusta más el silencio, los rostros de aquellos que observan lo que creo. Pero ahora todo son cifras, números que suben en una estadística cuantitativa. Y se me asimila al ruido de aquellas manos chocando repetidas veces.

Vivimos en una crisis, y por eso más que nunca hay que observar. Porque creatividad es encontrar diferentes maneras de resolver un problema. El problema es que parece no haber problema. Y volvemos a la rutina que lo destruye todo.

Yo nací artista y esa es mi crisis, pero tengo la oportunidad de hacer docencia con ella. Y no pienso dejar el tren pasar, no después de lo que estuve esperando que llegara. Porque puede que la inspiración no entienda de puntualidad, pero es el mejor transporte que conozco para que una mente viaje allá donde esté dispuesta a dejarse llevar.

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