Como decía Rambo al final de esa mítica película he querido titular el resumen de una aventura que para mí marca un antes y un después en lo que ha sido hasta ahora mi experiencia laboral.
Por dar algo de contexto yo no tuve un trabajo «oficial» con nómina y alta en la Seguridad Social hasta los 22 años. Acabé mi grado medio de informática con 18, pero nadie me daba una oportunidad al ser tan joven y cero experiencia. Así que lo intenté estudiando Desarrollo Web que es lo que más demanda tenía, pero me dí cuenta de que no era para mí, que pensar la estructura de una web, de una app, el diseño de las páginas, sus conexiones a la base de datos, el UIX, de lujo, pero lo que era picar código, como que no. No entendía nada; es lo que me suele pasar con los idiomas, así que también con los lenguajes. Y acabé primero con todo aprobado salvo programación, y lo pasé tan mal unido a otras circunstancias que decidí cambiar por completo y tirar a aquello que me hacía feliz. Así que eché plaza para iluminación y para realización, cuya preferencia cambié en el último momento, y entré en los que fueron los dos mejores años de mi vida. Pero eso ya lo conté.
El caso es que salí con 22 años aquel junio de 2018, y me dije: «venga, y ahora a trabajar, ya estudiaste suficiente» así que me tomé enserio la búsqueda y a las 2 semanas ya tenía mi primera entrevista. Me vendí como nunca antes lo había hecho y acabé en una multinacional de éxito muy puntera donde los peones como yo no valíamos nada. Meros operadores atendiendo llamadas y redactando incidencias. La primera semana ya quería largame, ese ambiente tóxico, la forma de trabajo, la falta de compañerismo; digamos que entré y me llevé la primera paliza.
Y a los 4 meses me largué de allí. La mejor decisión de mi vida porque a la semana siguiente ya tenía un trabajo nuevo, y pasé de cobrar 800€ a 1.090€ con mejores condiciones, un mejor clima laboral, unos jefes cojonudos y mucho más cerca de casa. Y ahí pasé casi 3 años desarrollando una carrera que había dejado distanciada cinco años atrás.
Pero aunque el clima y el sueldo era mejor, el trabajo seguía siendo el mismo. Cero creatividad, poca información, rutina, desgaste y citas a salud mental que no acaban bien. Pasar 8 horas atendiendo llamadas es agotador, y más cuando das soporte a personas que si se molestaran un poco más por mejorar en su vida, en su trabajo, en conocer aquella tecnología con lo que conviven todos los días, no me absorberían tanto la paciencia. Así que una tarde llegó un joven disfrazado de cuenta de Instagram y me tendió la mano, me lanzó el salvavidas y me invitó a su pequeño barquito. Me ofreció remar a cambio de llegar a buen puerto. Y aquí estoy, por fin, contando a todos vosotros lo que quería contar en lugar de estar durmiendo pese a que me cuesta mantener los párpados abiertos.
Llevo dos meses en este bello proyecto y aunque las primeras 6 semanas han sido muy «diferentes» a lo que me esperaba, fueron un soplo de aire fresco, de realidad, de aprendizaje continuo, de experiencia. Y hoy, a viernes noche del 22 de octubre de 2021 vengo a contar que por fin me ha encontrado un trabajo que podría no llamarse así. Porque si en los otros veía una condena, una cuenta atrás; en este veo potencial.
Llevo una semana trabajando de 9 a 21. De la cama al trabajo y del trabajo a la cama. Y es más. Estoy deseando que se repita la próxima, estoy deseando saltarme el finde y volver. Y es que esta tarde se me ha hecho eterna, como se me hará mañana y más todavía pasado.
No quiero trabajos de universidad que no valen para nada, ni consumir contenidos, ni redes sociales, ni nada más. Quiero construir mi set, mi iluminación, mi cámara y ponerme a crear, a revelar, a montar y que se me pasen volás las horas.
He realizado webinars, resuelto problemas técnicos a gente que me valora y agradece que les ayude, creado contenido, alguno mejor que otro, asesorado, formado, informado y hasta vendido los mejores equipos del mercado; también he participado en decisiones clave de la empresa, asistido a reuniones, que me encantan, y he vivido la experiencia del fotógrafo de carreras y me llevé 5 fotazas increíbles con los medios tan poco especializados con los que contaba. Me demostré que querer es poder y me gasté hace unas horas todos mis ahorros en una nueva herramienta que me hará la vida más fácil y rápida.
Es en la oficina donde quiero estar, y si me apuras, hasta vivir. Que me levanto a las 7 de la mañana y ni me pesa el alma y cuando cierran la puerta, porque salimos los últimos, me entristece abandonar, aunque sea unas horas, ese espacio que yo no supe concebir, pero que ahora comparto.
Y falto de cuartos pasaría un poco más de media vida creando, tanto es así que ya se verá si no me tengo que clonar para estar allá en tantos sitios como quiero estar.
Y eso es todo. Aunque sigo siendo una ramita, tengo unas brillantes hojas que ayudan a proveer de oxígeno a toda una plantita, que es reciente, pero rápida, a la que pertenezco y de la que me alimento.
Os dejo esas 5 hermosas imágenes como muestra de agradecimiento por la lectura y como compensación por todas esas palabras que no han quedado aquí en este #DiarioreaCtivo