Este capítulo no es un día concreto, es una sucesión de instantes, de exámenes que computan una evolución continua.

Empecemos por la trama «espacios» ya que las relaciones humanas son de interés púbico.

No llegué, caí, caí en terreno ocupado y como dos depredadores me sentí en posición de combate contra alguien que hace meses veía en posiciones más de paz que de guerra. Sé por qué surgió esa batalla; es normal que al compartir surjan problemas logísticos. Y hubo un día en que creí que DisneyLand era más bien Irak, con miradas desafiantes que convertían belleza en rabia, humor en reproche, semejanza en rebeldía. No es que no me guste compartir, es que hay demasiada limitación para dos y lo sabemos. Pero llegó el momento en que esa chica acudió a mí. Justo después de haber evitado comer a solas con ella, me pidió asistencia. Y descubrí que bajo esa fachada robusta y de piedra, hay más bien un alma de humo y sal. Y salí de allí defendiendo una historia de la que no sabía más que una parte, pero cegado por la empatía al ver un pedazo demasiado familiar. Y volví a errar una vez más cayendo en uno de esos pecados capitales destripando el noveno mandamiento de aquellos que se dejan gobernar por algo que no sea su corazón. Tomé unos minutos de la noche siguiente pensando cómo, dónde y por qué, y escribí para venderla porque creí que ya me había comprado. Pero no, y vine huyendo de algo que no pienso repetir. Por eso esta historia acaba aquí. Aunque me hubiera gustado ser el tesoro de esa pequeña Lara Croft al menos en sucesivas incursiones al templo de las maldiciones. Pero no. Ya puse 300Km a un caos y no puedo emprender otro.

La siguiente trama se llama «re-unidos» aunque podría ser «a-prender» porque al igual que a Lisbet me hubiera venido bien una cerilla y un bidón de gasolina para acabar con aquellos que ponen su polla sobre la mesa esperando que le acaricies el glande a ver si así llegan al orgasmo que ellos buscan. Y no. Soy demasiado joven para que intentes hacer de banner publicitario conmigo aprovechándote de que no tienes un botón de cerrar arriba a tu derecha. Que está tan bien conocer cómo reconocer que has venido con un saco de humo a vender una moto sin ruedas. Y no. Mi moral me impide dejarme engañar y son muchos más años de los que tengo sufriendo un mercado que piensa más en cómo hacer dinero que buenos productos. Que por muy italiano que sea hay millones de chinos eyaculando soluciones mucho mejores a menor precio. Que lo top no es más que un nombre y un hombre que en lugar de pensar va por ahí comprando las ideas mediocres de aquellos que si pensaran mejor no tendrían precio. Y yo pienso en todas las veces que tuve que usar algo que no me servía. Por eso no puedo permitirme dejar timar por hombres de traje y corbata con tarjeta de visita. No le vengáis a vender enciclopedias a quien forma parte de su autoría. Que no es que no tenga mercado, es que no pretendo atraer ingenuos, sino genios que busquen justo lo que necesitan. Y luego me llevaré la charla por querer cambiar el mundo en lugar de dejar que se siga yendo a la mierda. Díselo, la genialidad no es modular, es única.

Y hasta aquí las dos lecciones que me han enseñado a alejarme de la oscuridad. Dejar de regalar amor cuando me falta el propio y dejar de tirar mi tiempo en quién no invierte el suyo en conocerme.

Estoy harto del marketing moderno. ¿Dónde quedaron las cuatro Pes? El Precio justo, el Producto revolucionario, la creativa Publicidad y el impecable Punto de venta. Ahora todo es Inbound no sé qué, Growth no sé cuál. Paparruchas que tratan a usuarios como datos que manipular, cifras, balances. ROI significa retorno de la inversión, y no es que inviertan en ti, querido consumidor; invierten en la soga que te atan al cuello hasta convertirte a su secta. Y de esto la segunda parte del título compuesto de este capítulo: miento. Porque lo bello de ser transparente es que la gente confía. No he llegado a vender Profoto porque sepa de marketing, lo hice porque usé el Producto y puedo demostrar que vale su Precio. Porque siempre creí que la mejor Publicidad es la que no se paga, la satisfacción del cliente que disfruta y comparte. Por eso estoy en el mejor Punto de venta de todos. Porque puede que no esté de acuerdo con las estrategias que hay detrás, pero me puse delante para ayudaros a pasar la frontera.

Yo no puedo recomendar algo si creo que no sirve, si creo que hay algo más adecuado. Creo que se puede ganar dinero haciendo feliz a la gente a la que ni siquiera llamaré cliente. Recuerden que se pilla antes a un mentiroso que a un cojo y el marketing lleva una garrota nada silenciosa. Así que queridos combatientes, yo no quiero haceros la guerra, quiero ganar la paz. Mis disparos solo son para ayudar a mejorar vuestras armas, ya se sabe, si uno rasca es porque pica. Mi mente quiere mejorar la realidad, no conformarse con la que pongan delante. Es lo malo de toparse conmigo, el creativo, y no con otro; pues tengo la necesidad de no dejar de buscar mil maneras de hacer lo mismo hasta hallar la mejor. ¿Me vas a decir tú a mí cuál es el problema? No, y tampoco me digas la solución, que ya la sé, pero te duele que no sea la tuya.

f-IN

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