Con seguridad la mejor canción de todos los tiempos titula este capítulo en el que vengo a hablar de rachas de viento que lo arrasan todo y aún así parece que no pasa nada. Una canción que se aplica a la vida misma, a la vida, tal cual.

Y es que he perdido la ambición, pero más importante, las ganas, los objetivos, y mucho más, mi creatividad.

Recuerdo que de niño escribir me permitía desahogar mis males, encubrirme en mundos literarios donde una profesora podría ser una bruja, donde yo mismo podría ser bombero, policía o médico, donde el dolor por la muerte de mi abuela paterna rimaba en versos a la temprana edad de nueve años. Y cuando las hormonas adolescentes tomaron por la fuerza a mi cuerpo, y a mi mente, la poesía y la literatura me servían para vivir historias de amor que pocas veces, casi ninguna, sucedían. Y mucho menos como las relataba.

En la adolescencia ahorré hasta que con catorce o quince años pude comprar mi primer portátil. Yo quería un Macbook, pero no alcanzaba, así que me conformé con, de entre los que se podían, el que tenía un diseño más parecido, un HP cuyo modelo ni recuerdo, pero tenía procesador AMD y la carcasa texturizada gris, recuerdo que tapé el logo con una pegatina de Apple. El caso es que me llevaba ese portátil a todas partes, menos al instituto, obvio. Siempre tenía algo que escribir. Recuerdo que un día yendo al instituto me inspiré con varias chicas que me crucé en el trayecto. Algo así:

Tres damas caminan

Yo las sueño allá a lo lejos

Tres damas tres

Tres pesadillas en un mismo sueño

de la Torre, Iván. (2013). Tres damas caminan [Fragmento]. Antiguo blog de Iván de la Torre.

Analizando ahora el texto, como tantos otros, puede parecer turbio, sacado del guion de YOU, no obstante, para la mente de un adolescente de 17 años con ansiedad social, sigo viéndolo con la misma perspectiva que cuando lo escribí. Y es que mi mayor influencia en aquel entonces fue Bécquer, quien también se enamoró no correspondido. Además, un breve vistazo a la literatura clásica basta para encontrar como los poetas hombres escribían de este modo, antes de que la actualidad trazara el delicado río entre lo cortés y lo acosador. No obstante, aunque estos poemas y otros textos se publicaban en mi blog, mi baja popularidad y rareza no me hacía el más famoso de los poetas, por lo que solo recibía visitas cuando eso alimentaba posibles burlas hacia mi persona o humillaciones por parte de las musas que, sorprendidas, dejaban públicamente constancia de su animadversión hacia este inofensivo escritor.

Sin entrar en más detalles sobre la facilidad y destreza con la que vertía palabras sobre el procesador de textos, la vocación laboral se me reorientó varias veces. Dejé el Instituto para ser Técnico microinformático, después volví a bachillerato del cual solo cursé primero, me matriculé en mantenimiento electrónico pero antes de empezar el curso mi ansiedad social evitó que estudiase en Alcalá y me quedé en Sanfer donde intenté ser técnico superior de desarrollo web pero pasé el peor año académico de mi vida, y no fue hasta que gracias a la terapia, psicológica y fotográfica, cuando decidí echarle valor y estudiar en Madrid un ciclo superior de audiovisuales. Iba a hacer realización, pero el instinto me decantó por fotografía y el azar afortunado me asignó aquel turno vespertino que supuso el mejor de trayectoria académica. Y esto a su vez la confusión que me ha hecho desviarme siete años del rumbo.

Antes de que me fuese tan bien en ese grado superior, mi idea era estudiar Psicología, pero me embaucó tanto aquel pasó por esa formación que quería ser yo quien la impartiese. Y en resumen ese fue el motivo por el que soy graduado en comunicación y no psicólogo. El resto de errores solo han sido colaterales.

Llegado a este punto, con veintinueve años, una neuropatía por determinar, huérfano de madre, sin ahorros… He de ver la parte positiva y es que, aún soy joven, según se mire, no tengo cargas económicas más que la matrícula de la universidad, unos 4.000€ al año, y algunos gastos fijos que alcanzan los 1.800€ al año. Por lo que eso me brinda la posibilidad de poder sobrevivir sin trabajar si me conceden la pensión por incapacidad permanente total, que siendo generosos supondría unos ingresos mensuales de 700€, cuyos 8.400€ anuales podrían ser suficientes para sobrevivir sin lujos, ni ahorros. Pero con tiempo para dedicarlo a mi recuperación, cuando sepa si la hay, a mi auto-cuidado y a mis estudios universitarios deseados.

No obstante, para evitar distracciones que me desvíen nuevamente de este nuevo y decidido camino, he de cortar con todo lo anterior. Eso implica que la fotografía ya no podrá robarme el tiempo que yo no me permita concederle, y mucho menos el dinero que no tengo. Si bien estos últimos años ha sido la prioridad, ahora el foco está y debe estar en los estudios de psicología y mi propio bienestar. Digamos que aunque ya no seamos pareja, siempre seremos buenos amigos.

Y es que, si bien he mencionado mis andanzas con la escritura, mi trabajo en la ciudad mediterránea ha reducido mi capacidad para liberar mi mente y esgrimir elocuentes relatos. Tal vez escriba, pero solo hace falta ir al inicio de este Diario reaCtivo para darse cuenta de la caída drástica de talento y creatividad. La poesía desapareció casi por completo y la prosa es burda, banal y vacía. Mas que reaCtivo (Creativo) parece un diario simplón de esos almacenados en mesitas de noche.

Hasta mi proyecto literario secreto también se ve afectado, incumpliendo los propósitos repetidas veces. He de preguntarme: ¿La fotografía me ha dado más de lo que me ha quitado? Y afrontar la decisión que tome. Porque si bien nunca fui un autor ilustre, tampoco lo fui en lo visual. Y abarcar ambos procesos arte-terapéuticos suponga quizá estirar la creatividad hasta la mediocridad. Como las largas sagas cinematográficas.

Antes de ser lo que es ahora este espacio, durante mis años del grado en comunicación, esta web fue un liberado espacio de crítica cinematográfica donde analizaba obras como «The Escort» (2015) o «Contigo no, bicho» (2018), con la mejor interpretación de Amarna Miller de toda su carrera. Y que cerré con lástima tras un largo período de inactividad. Ojalá pudiera recuperar todos esos análisis, pero supongo que, al igual que mi blog de poesía adolescente, es mejor que se queden perdidos en los backup ocultos de algún servidor de Internet.

Llegados al final de estas líneas, la pregunta que me hago cuando pauso la redacción para perderme en el móvil es: ¿Y si cierro la cuenta de Instagram como ya hice con todas las otras redes zoociales? Posiblemente no lo haga, pero tampoco le de importancia y quede como un apéndice de lo que fui. Aunque parece triste, es una buena noticia pues, he pasado de sentir la necesidad diaria de compartir Stories a pensar si tengo algo importante que contar como para molestarme en crearla. Y en su mayoría son para enlazar estos textos o alguna reflexión que, sorpresa, también se han visto reducidas a su mínima expresión.

Intenté compartir mi conocimiento con el mundo, pero en la actualidad el mundo se mueve por caos, dinero, poder, estupidez, influencia, marketing o suerte. Y como aspirante a científico no puedo dejar que nada de eso tenga control, ni el más mínimo, sobre mi vida. Así que la conclusión para todo es simple. Si tengo algo que escribir, lo haré. Si tengo algo que fotografiar, lo haré. Si tengo algo por lo que grabar, lo haré. Que lo comparta y por qué medio es ya otro tema. Pero cuando algo es terapéutico es porque nos sirve a nosotros mismos, el resto es secundario, residual.

Ya he sido un informático mediocre, un fotógrafo mediocre, un ambicioso pero sobreautoexplotado realizador audiovisual, un comunicador de perfil bajo y un estudiante apto. Creo que ya, después de veintinueve años aprendiendo, me toca priorizarme, centrarme, concentrarme, convencerme, vencerme, valorarme, comprarme, liberarme, ocuparme, desarrollarme, etc-me y cumplir de manera ¡qué menos que notable! Tan solo dos objetivos sostenidos en el infinito plazo de una vida: Estudiar psicología, pero de verdad, con consciencia, conciencia y resiliencia. Y cuidar mi salud física y mental aún a costa de tener que retirar los pre-cocinados y el delivery y hacer una compra saludable y una comida casera que requiere tiempo y, preparación y ganas que no tengo. Y si hablamos de la actividad física… Otro compromiso para con mi salud que no me entusiasma especialmente.

En definitiva, que aunque no trabaje, de poder librarme de ello, entre estudios y salud ya tengo la agenda ocupada de prioridades, todo lo demás, está de más, como dijo alguien.

Y para terminar, ya sí, la realidad hecha canción, verdad.

🎶 Ya no queda nada de ayer
Porque el viento se lo llevó
¡No! No hay esa canción
🎵

Extremoduro. (2008). «Dulce Introducción Al Caos«. La ley innata.

Gracias por leerme

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