El otro día soñé con mi pesadilla. No recuerdo los detalles, pero me gustó lo que sucedía. Supongo que porque era tan irreal que fue la historia que nunca ocurrió. El caso es que supongo que soñé con ella porque me caducó la suscripción a su Only y aún quedaba testosterona por diluir. Y es que ni huir a kilómetros de distancia puede borrar ese puto bug que se coló en mi sistema nervioso como un spam a la bandeja de entrada.

Y no bastante con seguir alimentando a la bestia, hay presencia de sus sombras demasiado cerca.

En Xirivella sigue oliendo a marihuana, sigo teniendo presente esa mirada apagada, esos ojos dilatados y esa cara demacrada. Esos cambios de humor y esa ya conocida sensación de deriva que en algún que otro caso me ha vuelto a arrastrar de nuevo.

Y odio las ventanas de hotel que se abren, las camas de hotel en donde solo se duerme, cada una en una orilla, las duchas de hotel que no son compartidas si no por turnos, y el guardar móviles ajenos en mi bolsillo. Huir, solo fue un cambio de aires.

Y no me gusta, no me gusta sentir que sigo en el mismo punto pero sin punto G que alcanzar con la yema de mis dedos después de la llama consumida de un cilindro lleno de traumas sin afrontar.

Con un tabique de por medio sin cucharita y sin saber si no hay tensión por temor al pasado o porque sencillamente puede existir la amistad sin más entre dos jóvenes de 27 años.

Pensé que una pesadilla así sería cosa del pasado, pero veo que tenía razón cuando publiqué que hay un traficante en cada esquina. Y mientras tanto la pasma me sigue parando a mí.

No sé qué he llegado a sentir por LM, pero al principio me llamaban sus labios, me hipnotizaba su voz cercana a mi oído, su boca a menos de lo que distan mis párpados, su cuerpo esbelto, largo. Hubo tensión sí, hasta que se llenó de humo.

Cuando ebria, no.

Gracias por leerme

Subscríbete para recibirme en tu email al instante de publicar mis cosas que no pasan como cuento.

¡No envío spam! Lee la p... política de privacidad para perder tu tiempo..