No puede dormir, está llorando en su cama pensando si hizo bien dejando su vida por una llena de incógnitas. Está sin dinero, echando de menos cosas que antes echaba de más. No quiere irse, de verdad que no quiere irse. Le volvieron a entrar los miedos, la inseguridad. Y es que no todo el mundo está hecho para partir, algunas solamente se parten.

No es un ataque de ansiedad, pero casi. Le falta el aire, suda, y su cabeza no calla, sus ojos lloran, y la habitación le mira como se mira a un traidor. Solo buscaba la felicidad, o mejor dicho, huir de la tristeza, y ahora qué. Le esperan al otro lado de la autovía, confían, pero ella piensa y no encuentra respuestas. Odia no saber el guion y nadie le dio una copia, tiene miedo a algo tan racional como es al propio avance. Finalmente cae rendida.

Suena su despertador, lo calla, vuelve a sonar y le pone unos minutos más. Al fin despierta con la idea de aprovechar las últimas horas que quedan. Para dejar todo en orden aunque en su cabeza haya aparecido el caos. Aún no se ha ido y ya quiere volver.

Acude al supermercado de siempre en el que lleva yendo desde el colegio y al salir con la bolsa en la mano contiene las lágrimas. Llega a casa y cuelga las llaves de unas puertas que ya no abrirá. Al menos por un tiempo.

Prepara el resto de la maleta, solo ropa negra para no liarse con la lavadora. Y piensa cómo será vivir en un piso compartido con no-familiares. Intenta llevarse toda su vida en el menor espacio tentando a la resistencia de las cremalleras.

Se ducha y le entra el bajón, se sienta en el escritorio y llora, llora porque son 25 años que deja atrás, es toda su vida cambiando de un golpe, de suerte si, pero menuda hostia. A solo 15 minutos de subirse a un coche rumbo a lo desconocido. Siente que algo se rompe dentro, como si el pecho se llenara de un gas inflamable y el corazón quedara vacío. No es ansiedad, es pérdida, como cuando alguien se muere, solo que el funeral está en su pecho.

¿Por qué habré aceptado? piensa, ¿Por qué no seguir en la rutina de aquel trabajo que me quemaba, pero en terreno conocido? ¿Por qué no aguantar un poco más hasta las oposiciones? ¿Es acaso un error sin comenzar? Duda y duda, llora y llora.

Y llega el momento de la despedida. Y se hunde en ese océano de nostalgia.

Introducen los bártulos en el coche y parten.

Fin de la primera temporada. Trágico. Para qué variar.

Gracias por leerme

Subscríbete para recibirme en tu email al instante de publicar mis cosas que no pasan como cuento.

¡No envío spam! Lee la p... política de privacidad para perder tu tiempo..