Hoy empecé como septiembre, de nuevas. Me levanté antes que el despertador y fui corriendo a la ducha, que eso de compartir baño no va conmigo y había que aprovechar. Hacía tantos años que no me metía en una bañera que había perdido la costumbre incómoda de levantar la pierna para entrar. Qué sensación tan rara ducharse en baño ajeno, o más bien compartido, o más bien desconocido. El agua como todo aquí en la costa, con un poco de cal de más, así que el lavado rapidito que hay que dejar el baño libre para el siguiente. La ropa pues sin complicaciones, toda negra, coges lo primero que pillas y listo. Como quien tiene uniforme del colegio, nada que pensar y cero dudas. Y así en 25 minutos ya estaba listo.

Desayuné un zumo de naranja de tetrabrick y un par de pastillas de B12 mientras escribía el Diario reaCtivo y repasaba mis deberes por si tocaba examen sorpresa de vuelta al curso. Y después como si de un bus escolar se tratase todos al coche camino a la oficina. Buena música, buen ambiente y un clima gris nada agobiante.

En la oficina todo correcto y bien que me alegro, saludos, charlas informales, contratos de confidencialidad y hasta aquí puedo leer, o escribir, mejor escrito. Lo que vienen siendo preparativos. ¿O acaso no sabéis de qué va el trabajo de oficina? Lo bueno es que la mañana se pasó volá, lo malo es que la tarde se hizo algo eterna. Pero me paso el día escribiendo, así que mientras el navegador me corrija las faltas de ortografía vamos bien.

Se me olvidaba. Casi se me olvida comer, pero mis compis tienen esa manía por rutina así que me comí mis dos peritas más duras que un trozo de madera y a seguir tecleando. La botella de agua ni la saqué de la mochila, así de absorbente estoy en mi trabajo, cuando creo no existe nada más.

Y llegó la hora de partir, de nuevo en el bus escolar con el conductor más loco que el de los Simpson, pero pone buena música y me gusta revivir Fast&Furious dos veces al día, la verdad que conduce como si el coche fuera una extensión de su cuerpo. Me recuerda a mi amigo Carlos, ¡qué tiempos aquellos! (de hecho tienen la misma edad y les encuentro cierto parecido)

En casa todo bien, de cena cuarto de melón y un poco de agua. Sí, nada que envidiar a la dieta mediterránea jajaja.

Y para finalizar un paseo por la zona viendo los relámpagos coger confianza para la tromba de agua que está cayendo ahora. Pero ya sabéis, ¿qué es un escritor sin las gotas de lluvia cayendo por la ventana?

Aquí los relámpagos son muy raros, es como ver un vídeo mientras destellea un flash, no terminan de romper. Pero es divertido ver a la gente asomada a la ventana, igualito que la peli de Hitchcock. Y hablando de ventanas creo que os voy a cerrar esta, no me vaya a pasar como a Johnny Deep en esa otra película. La cual me apetece ver, por cierto.

Y así finaliza el primero de septiembre, tumbado en una cama escuchando llover y tronar y arropado por un aire húmedo y pegajoso al que no terminaré de acostumbrarme.

¡Cómo molan las gotas en el cristal! Aunque sean así, a solas.

Gracias por leerme

Subscríbete para recibirme en tu email al instante de publicar mis cosas que no pasan como cuento.

¡No envío spam! Lee la p... política de privacidad para perder tu tiempo..