Eme nació en Madrid el 27 de noviembre de 1983, pero por problemas médicos no salió del hospital hasta el 7 de diciembre de ese mismo año. El 17 de diciembre vuelve a ingresar por problemas respiratorios y tras mucho padecer se recupera totalmente. No fue hasta la noche del 4 de septiembre de 1987 cuando volverá a ingresar nuevamente. Debido a sus problemas de salud en sus primeros años de vida a Eme se le prohibió realizar prácticamente cualquier actividad, no podía jugar con los demás en el patio y la actividad física estaba muy supervisada. Eme nunca se sintió menos que los demás, pero así se lo hacían creer. Se graduó en el instituto con los máximos honores, realizó voluntariado siempre que pudo, y ganó varios premios literarios, todo ello contribuyó a su acceso a la universidad. Eme no quería ir, pero sus padres, que siempre habían tomado el control de su vida, obligaron a Eme a aprovechar esa oportunidad. Pero el 11 de marzo de 2004 todo cambiaría para Eme cuando tras una discusión con sus padres sobre abandonar los estudios la noche anterior decidió saltarse las clases aquel día. De haber emprendido camino a la universidad es posible que no hubiese podido continuar la historia. Ese día Eme desapareció, despertó temprano, agarró su mochila, pero en lugar de ir a clase salió al campo con la intención de aclarar su mente y tomar una decisión sobre su vida. Lo que ella no se podía imaginar era que para sus padres aquel día iba a suponer una agonía. Tras pasar todo el día en la naturaleza regresó a casa sin tener constancia de lo que ocurrió en Madrid. Al entrar no encontró a sus padres, era tarde, estaba cansada, así que se metió en la cama. Poco después la llegada de sus padres despertó a Eme, que salió de la habitación y sin saber todavía nada de lo ocurrido y antes de que formulase una palabra su madre corrió al verla y la abrazó fuertemente. Seguidamente se unió su padre. Eme vio en sus padres unos rostros desencajados, tristes, derrotados, pero aliviados. Juntos se sentaron en el sofá y sin decir palabra su padre encendió el televisor. Su madre echó a llorar. Eme miró aquellas imágenes por primera vez y abrazó a su madre pronunciando un tímido «lo siento mamá». Su madre respondió: «lo siento yo, me alegro de que no tomases ese tren, nunca más volveré a decirte lo que hacer.»

En ese momento Eme supo lo que debía hacer. Dejó la universidad y se formó como técnico de emergencias. Cambió sus voluntariados habituales por los de Protección Civil y Cruz Roja, mientras tanto se preparaba para entrar al cuerpo de bomberos de la Comunidad de Madrid, tarea que, con su historial médico, no le iba a resultar nada fácil; pero ya sin la sobreprotección paterna y habiendo sido la mejor en todas las formaciones, tenía puntos de sobra como para no creer que no podría con ello. Desgraciadamente el 2008 iba a recibir su primera negativa, no logrando pasar las pruebas físicas pese a ser la mejor en todas las demás. Aquel 20 de agosto oiría por radio otra de las tragedias sufridas en su ciudad mientras realizaba su voluntariado en Protección Civil.

Siguió preparándose físicamente y, tras otras negativas, por fin en el año 2012 pasó a formar parte del cuerpo. El 1 de noviembre se enfrentó por primera vez a la acción en plena catástrofe en Madrid Arena mientras formaba parte de una de las unidades de Protección Civil que acudió al recinto.

Desde entonces Eme ha seguido estudiando y trabajando duro. De servicio en el cuerpo de bomberos, donde actualmente es Oficial Inspector de Bomberos y se prepara para un nuevo ascenso. Además, dedica su tiempo libre al voluntariado en otros cuerpos de emergencias e imparte formación tanto en los ciclos de Formación Profesional como en escuelas e institutos y mantiene aún contacto con su pasado escribiendo relatos de inspiración autobiográfica y divulgativa con los que también ha recibido premios.

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