Desperté ilusionado. Era uno de esos días en los que no había casi “tareas de oficina”.
Tenía que montar un vídeo, impartir una formación, y un webinar de Capture One.
Pero cuando te organizan la agenda quienes no saben el tiempo que llevan las tareas…
No pude montar el vídeo. Es igual, no era urgente.
Y en cuanto a la formación…
Empezó tarde, muy tarde. Cosas que ocurren cuando los alumnos son personas complicadas de otra generación, con prioridades propias y una perspectiva diferente. Lo que hace que no vayas al ritmo que deberías, te interrumpan, y la atención se desvíe. Culpa de mi inexperiencia docente supongo, soy yo quién debe imponer el orden y la atención. Pero creo que en el aprendizaje no se debe imponer nada, a quien no le interese que se vaya.
Por eso prefiero las formaciones grabadas. La formación asíncrona. Donde cada uno la ve a su ritmo, las veces que quiera, independiente del profesor y el resto de alumnos.
Pero la formación había de hacerse presencial para que pudieran tocar los juguetitos, y, sinceramente, se la pelaban los juguetitos, porque para ellos no son juguetes, son sacos de dinero con los que comerciar. Y cuando yo hablo de especificaciones, ellos solo quieren oír márgenes, argumentos comerciales y poner cara de póker como si lo que les cuentas fuera a servirles de algo.
Debería haber sido una buena oportunidad, pero no fue así, fue un desastre y, desde mi punto de vista, una pérdida de tiempo.
Tiempo que no pude dedicar a preparar el webinar, y que me hizo tener un leve ostión, que no ataque, de ansiedad minutos antes del comienzo.
Me temblaban las manos, notaba vacío en el pecho, el tiempo parecía ir a cámara lenta, pero a toda velocidad. Casi como cuando buceas y se te va acabando el oxígeno.
Lo pasé fatal durante esos minutos previos. No podía pensar con claridad, solo actuar.
Y así fue.
Un webinar que quedará grabado para que todo el mundo pueda verme desorientado, fallando una y otra vez, improvisando, caótico, y mentalmente inestable con el conectoma agrietándose.
Lo dejo.
Es una acción que no me gustaría tomar.
Pero hay veces en las que pienso y me doy cuenta que lo que aporto no es para lo que me pagan, y lo que valgo no es para lo que me emplean.
Todo aquel que me conoce, conoce la parte de mí que mejor soy. El formador, el técnico, el realizador, el solucionador de problemas, el asistente.
Podría dedicarme a realizar los 24 workshops, los 12 webinars, a preparar los 12 KinaHaus Experience, y grabar los cursos que, previamente, habría preparado. Y realizar todo el asesoramiento técnico desde cualquier parte con mi móvil y mi ordenador.
Lo dejo.
Dejo de preparar un KinaHaus Experience en el que me iba a volcar al máximo para darle a los fotógrafos ilusión, pasión, creatividad y mucha técnica. Porque a la vista está que no le interesa a nadie. Que solo quieren lo justo para que les de dinero. Sociedad carroñera.
Quizá por eso me va tan mal, porque con la pasión no se come, ni se pagan los juguetes, pero se es feliz y no se sufre la depresión y ansiedad que muchos tienen y que no curan por seguir esas vidas hipotecadas con el conformismo.
Lo dejo. Porque tengo que buscar mi lugar. Mi sino. Si no acabaré muerto por dentro. Pues este camino paralelo se está empezando a curvar cada vez más, y no llevo frenos. Y por mucho que reduzca la marcha, no hay deceleración que impida la hostia. Habrá que ir buscando una zona de frenado de emergencia.
Lo dejo porque en todo elemento hay radiación. Y empieza a notarse el efecto. Porque donde buscaba luz, sonido, y ondas de radio. Encuentro también energía negativa, ultraviolenta, y alguna X también, para qué negarlo. Y no quiero un cáncer mental, no de nuevo.
Quiero más eventos y menos ventas. Pero es una tienda así que…
Por muy bien que se me de lo que creéis que es mi trabajo, lo cierto es que el groso de él me debilita, haciendo que lo que mejor sé hacer y más puedo aportar, se quede en, simplemente, algo más.
Lo dej(haría diferente, si supiera cómo).
No todo el mundo piensa igual.
Es algo que tienes que aprender a llevar.
Mi sobri.