Aunque a lo largo de mi infancia he querido ser multitud de cosas, algunas de ellas tan pretenciosas como médico neurólogo, cuando me di cuenta en la secundaria que no es que no valiese para, es que no me gustaba estudiar; decidí que la universidad no me hacía falta para nada. Error uno, pero leve.

Tras pasar por el grado medio de FP de Sistemas Microinformáticos y Redes, descubrí que se me daba bien eso de arreglar y montar ordenadores, configurar redes, diagnosticar fallos informáticos. Me sentía el médico de los ordenadores y me pasaba horas y horas, dormir y comer era secundario, arreglando todos los que tenia al alcance de amigos y familiares. Pero ese joven de 18 años sin experiencia ortodoxa y una sobresaturación de técnicos en el mercado impidió que encontrase trabajo en aquel momento, así que pese a que lo que a mí me apasionaba era el hardware y las redes, lo físico; lo que triunfaba en aquel momento era la programación, así que aunque me habían cogido en el grado superior de Mantenimiento Electrónico, renuncié a la plaza y me matriculé en Desarrollo de Aplicaciones WEB en el mismo instituto donde hice el grado medio. Error dos. Gravísimo.

He de decir que ese verano tenía una alocada idea, no tan loca. Se me pasó por la cabeza que quizá, tras estudiar programación, pudiera con eso acceder a la universidad y estudiar Psicología, que era lo que por aquel entonces me rondaba; incluso lo tenía claro. Iba a crear una web donde la gente pudiera hacer terapia de forma accesible y sencilla; sin los terroríficos pasillos de los centros de salud mental públicos y sin los precios elevados de los privados. Parecía una buena meta y un razonable camino, pero… Ese año no solo iba a ser el peor año académico de mi vida, se le sumaría una fobia social que me impediría relacionarme con mis compañeros y una cardiopatía que me haría sufrir taquicardias repentinas y aleatorias. Por lo que aunque aprobé Sistemas, Análisis y Diseño y Gestión de Bases de Datos, suspendí Programación y me sentí un completo idiota. Estoy seguro que de no haber sufrido todo aquello, de ser otras las circunstancias, hubiera podido aprobar, pero no fue así y decidí abandonar la informática. Pero no me matriculé en Electrónica, error tres, ignorable.

Ese verano de 2016 tomé la decisión de viajar al centro norte de Madrid, junto a las ahora cinco torres y matricularme en un grado superior. En su momento, dado que subía vídeos a YouTube y me gustaba el cine, quería matricularme en Realización de proyectos audiovisuales y espectáculos; pero era un ciclo muy demandado y solo había un turno, de tarde, así que me fijé que el de Iluminación, Captación y Tratamiento de Imagen tenía turno de mañana y de tarde. Mi miedo al desconocido turno de tarde y a quedarme fuera me ayudaron a tomar la decisión acertada, y eché en primer lugar el de Iluminación. Poco después tocaba la hora de elegir turno por orden de puntuación y yo estaba indeciso. Tendría que madrugar mucho, ese instituto ya no estaba a 7 minutos andando, además habría mucha gente por la mañana. Por suerte no tuve que decidirlo, me tocó de tarde, y lo agradezco, porque así pude aprovechar las mañanas para hacer ejercicio, estar con mi madre, pasear cuando todos los demás trabajaban o iban a clase; y el instituto era entero para nosotros, por lo que daba gusto grabar y hacer fotos y disponer de las instalaciones al completo. Los mejores dos años de mi vida y no fueron decisión mía.

Como podréis imaginar por lo mencionado al principio, ni en el grado medio ni en este superior estudié, no al menos demasiado, simplemente iba a clase, atendía y se me daba bien. No como en programación donde ni estudiando conseguía saber programar, supongo que no estoy hecho para los lenguajes, y por eso nunca aprendí inglés.

Ahora ya sabía a qué quería dedicarme el resto de mi vida. Bueno no, sabía dónde quería pasar el resto de mi vida y qué quería pasar haciendo: lo mismo que esos dos años. Pero no hay trabajo de estudiante perpetuo, así que miré qué necesitaba para ser profesor de FP y… ¡Universidad!

Volviendo años atrás, yo lo que quería estudiar en la universidad era psicología, pero ese grado no permite dar clase de audiovisuales, así que buscando algo que me fuese fácil, por eso de estudiar lo menos posible, me topé con el entonces único grado universitario oficial de fotografía, impartido por una escuela privada (TAI) con un valor anual de 10.000€ y clases presenciales de lunes a viernes. No había trabajado nunca así que no tenía dinero, además no me gustó lo que sentí cuando fui a la jornada de puertas abiertas; era un sitio oscuro, gris, aburrido, antiguo; algo raro para ser una escuela de artes, y por ese precio, ¡qué menos que ir a un lugar bonito e inspirador! ¡Tenía que buscar una alternativa! Lo primero fue buscar trabajo, ya que sí o sí la universidad me iba a suponer una matrícula que ya no eran los 200€ del grado superior, e incluso contando con una beca, las ayudas se dan al final del curso. ¡Necesitaba dinero!

Ese agosto de 2018 estando de vacaciones en Barcelona creé un perfil en Infojobs y a la semana ya tenía una entrevista, la hice online, me vendí bien, necesitaba trabajar sí o sí, así que caí en la trampa y volví a Madrid a ser reclutado por una de esas empresas mediadoras que pagan poco y te ofrecen a otras empresas como carnaza, con los derechos laborales justos y el valor humano inexistente. La primera semana ya quería dejarlo, me estaba costando la salud mental. Pero por mi familia aguanté hasta diciembre, justo antes de mi cumpleaños. Cuatro meses en los que gané 3.200€ (800€ cada mes a tiempo completo, un sueldo mínimo minimísimo). Con ese dinero pude comprarme mi querida Fujifilm X-T3 que tanto deseaba y pagar la matrícula del primer semestre.

Mientras empezaba mi camino laboral, proseguía con la búsqueda de un grado universitario que me permitiese ser profesor de FP, y que además pudiese estudiar mientras trabajaba, para poderlo pagar. Gracias a dos conocidas descubrí la UOC y encontré el Grado en Comunicación, del cual se me convalidaba un año entero. ¡Voilà!

Aunque nunca había estudiado online, el proceso de matrícula y todo lo demás fue tan fácil que desde entonces no he podido pensar en hacerlo de otra manera. Las asignaturas no eran complicadas para ser la universidad y las fui aprobando sin casi estudiar, solo tenía que leer el temario, hacer las actividades y el examen se aprobaba sin esfuerzo. A excepción de Sociología que casi me hizo abandonar la universidad y mi meta de ser profesor de FP. Y a excepción de inglés el cual una pandemia de por medio me ayudó a aprobar al reducirse las exigencias dado el estado por el que pasamos.

Mientras tanto, mi vida profesional me había dado una alegría, antes de que pasase una semana de dejar ese trabajo tedioso, me llamaron de otro en el cual pasé trabajando mientras cursaba el grado, con mejor sueldo, mejor horario, mejores condiciones, más cerca de casa. Fui feliz hasta que por motivos personales que me estaban causando problemas mentales, el trabajo se convirtió en la olla express que hacía saltar todo ese estrés por los aires. Todo parecía ir bien, pero una mala decisión emocional, sentimental, romántica, se cargó todo lo demás y apagó mi vida por completo. Enamorarme fue el error cuatro, y fue algo así como el Proyecto Manhattan, ¡boom!

Encontré la salida de aquella situación gracias a que Alfonso de Kinafoto y Sugar&Kids me dio la oportunidad, eso me ha permitido crecer personal y profesionalmente, a costa de renunciar al trayecto que tenía estipulado y no poder cursar el Máster de formación al profesorado, ya que, la especialidad de procesos y medios audiovisuales tiene poca oferta y el segundo semestre es de prácticas, algo incompatible con mi actividad laboral en Kinafoto. Mi quinto error sería buscar otro máster en lugar de seguir el plan establecido. Y así fue como me matriculé en el máster de Educación y TIC de la UOC, y que dejé a medias porque no terminó de convencerme del todo. No me arrepiento, algo sí que me enseñó, por eso el error no es el máster en sí, sino desviarme del camino con otro máster teniendo claro el que necesitaba para ser docente de FP. Dentro de este error, incluiré también otro máster, esta vez el de Fotografía Artística de la UNIR, el cual tuve que matricular dos veces porque esta universidad online no es tan flexible como la otra, y eso me hizo confiarme y estrellarme, pero este máster sí que lo he querido terminar y estoy a un par de meses y un TFM de hacerlo con éxito.

Y después de esta necesaria introducción llegamos al nudo de esta historia. Con una neuropatía que me ha dejado fuera de mi trayectoria laboral, en la cual ya empezaba a cobrar relevancia; y también de un futuro en la docencia audiovisual de la FP, por razones evidentes. Estoy encontrando durante mi baja con mucha gente que necesita ayuda psicológica, incluso yo que necesito conocer cómo funciona el procesamiento de los sentidos a ver si consigo minimizar el impacto de mi patología. Lo que me lleva a pensar que toda mi trayectoria académica fue un error de núcleo, Kernel Error! como diría un sistema informático peliculero. Y que si hubiese optado por estudiar Psicología ahora tendría parte del camino hecho, o todo, ya que siempre me gustó la parte neuropsicológica, y esa, cabalga entre la Educativa y la Clínica. Por lo que si esos dos años de grado superior tan positivos no hubieran dejado tanta huella en mí, quizá ahora tendría el grado de psicología y podría estar ayudando a todas esas personas y a mí mismo. O quizá no. En la oscuridad todo es sombra, lo difícil siempre fue controlar la luz, quizá por eso me acabé dedicando a ello.

Pero ahora, en la actualidad y con lo andado a mis espaldas, sin la posibilidad de seguir dedicándome a la comunicación, ni a la docencia presencial, ya que no parece que mi enfermedad vaya a revertir los síntomas que cada día van a peor. Se me disponen 3 caminos totalmente diferentes que merecen un análisis.

1. Terminar el máster de Educación y TIC, hacer un doctorado y luchar por dar clases online en la misma universidad.

2. Aprovechar que le he cogido el gusto a la fotografía teórica y las humanidades y cursar un Máster en Arte, Literatura y Cultura Contemporánea que me amueble el cerebro y me permita ser más culto, más crítico, más teórico, más académico y con ello dedicarme a la escritura y a la investigación con la que doctorarme para posteriormente dar clases y charlas online en universidades.

3. Matricularme en Psicología, estudiar todo lo que no estudié jamás para conocer la mente en toda su compleja profundidad y poder aprobar el PIR que me permita pasar cuatro años trabajando en psicología clínica ¡ah, no, que no puedo porque no comprendo el habla y la comunicación es la herramienta de trabajo del psicólogo!, luego entonces, cursar el máster de neuropsicología y/o neuroeducación para comprender aún más los mecanismos físicos del Sistema Nervisoso en procesos clínicos y educativos y doctorarme en Psicología para seguir investigando el complejo pedazo rosadito de Kilo y poco que albergamos bajo un cascarón frágil de hueso.

Como vosotros mismos a estas alturas de texto deduciréis, la última opción es la menos sensata, ya que requiere de un tiempo que no sé si tengo, y de unas habilidades que obviamente ya no tengo. Por no hablar de hacer algo que no he hecho nunca, estudiar a conciencia. Es la que permite mejorar la vida de la gente, la más demandada, la más relevante, la más sanitaria, la que más aporta a la humanidad en sentidos prácticos, sí. Pero no podrá ser. No es que sea tarde, es que no es el momento.

Por otra parte, la opción del máster en Educación y TIC es la más corta, ya que tengo la mitad aprobada; y la idea de investigar los beneficios de la inclusión de las tecnologías de la información y la comunicación al aprendizaje es de lo más lógico si tenemos en cuenta que yo ahora con esta patología necesito de la tecnología para comunicarme. ¡Match!

Pero… si lo dejé fue porque no resultó ser lo suficientemente motivador como para que mereciera el esfuerzo y aunque ahora la situación ha cambiado y pinta una solución posible, eso no quiere decir que vaya a ser fácil. Una cosa es el máster, y otra el resto del camino en la investigación.

La tercera y ¿última? opción pasa por el máster que yo resumo como filosofía, ya que me concedería herramientas intelectuales para «pensar mejor» y comprender lo que para mí ha sido un camino de huída y asco, la sociedad y sus individuos. Podría lanzarme al doctorado directamente sin pasar por este máster, pero si algo me han enseñado los otros dos, y la asignatura de Sociología del grado, es que no tengo la capacidad intelectual para enfrentarme al campo teórico y de la investigación académica. Soy un técnico muy versátil y polivalente que aprende rápido las cosas técnicas, pero cuando se trata de pensar sobre lo intangible, lo que se percibe con un sentido superior a los que todos los humanos usamos para interactuar con el mundo, es donde me veo desentrenado. Y eso es así porque no me diferencio mucho de un autómata, un robot, e incluso un niño. Todo lo que he demostrado que se me da bien han sido cosas mecánicas, como montar o arreglar un ordenador, hacer una fotografía, iluminar… Al margen de lo creativo que os parezca todo eso, no dejan de ser aplicar conocimientos básicos ejecutándolos de una manera correcta que atiende a una lógica sencilla. Y que podría hacer cualquiera con tiempo para permitirse el prueba y error. Por eso había tantos informáticos a principio de siglo sin titulación específica y por eso hay ahora tanto fotógrafo sin estudios reglados. Porque cualquiera a poco que lea el libro adecuado o vea un par de vídeos y practique un poco, puede hacerlo. ¿Me convierte eso en un mediocre polivalente? ¿En el más cutre de los súper héroes? Como la roca de los cuatro fantásticos. Un ser que se ha ido construyendo con las piedras que ha recogido por el camino y que impresiona más de lo que realmente es capaz de hacer. Y es que como técnico, soy capaz de resolver cualquier tarea sencilla, pero no podré enfrentarme a las complejas porque para eso se necesita una ingeniería, que por cierto, era otro grado que me daba acceso a ser docente audiovisual de FP, y que es tan polivalente que da acceso a «casi» todas las docencias científicas y técnicas ya sean de secundaria o de FP. Un ingeniero es el comodín de la baraja, pero el comodín real. Yo era como ese número corriente al que le asignamos el rol de comodín en ciertos juegos, pero que según el juego es uno u otro, pero no siempre.

En definitiva, que huí de la ingeniería porque no me consideré lo suficientemente preparado para ella. Al igual que ahora no me considero, porque no lo estoy, preparado para enfrentarme a un doctorado o a cualquier actividad intelectual superior que requiera de un pensamiento profundo ya sea abstracto como la filosofía o las ciencias naturales o metodológico como las sociales y humanidades. Y mucho menos cuando la investigación requiere de ambas.

Lo que está claro es que mientras mi patología siga siendo una incertidumbre, que yo, que no soy médico ni neuropsicólogo, no puedo resolver; algo tendré que hacer. Y si algo has aprendido en esta lectura es que nunca he sido de estar en el presente, siempre tengo la mira más allá. Y si bien podría sentarme a esperar cómo evoluciona todo, disfrutar del tiempo a cada segundo, relajarme. ¿Cómo me ayuda a avanzar eso? Es posible que muchos de vosotros y vosotras estéis felices en vuestro trabajo, sea reponedor de supermercado, gerente o director ejecutivo, incluso afortunadamente funcionario del Estado. ¡Olé tú! Aplaudo tu paz mental. Pero he descubierto con los años que mi felicidad no está ahí, no sé donde, pero no está en la rutina. Y lo más cerca que he estado de ella es cada vez que me he puesto delante de personas o cámaras a contar lo poco que sé de las cosas, en ayudar a que otros puedan seguir su marcha. No quiero ser un engranaje más de un tejido productivo que cumple una tarea para que junto al resto el mecanismo funcione. Yo quiero ser el que juega con las piezas, el relojero o mecánico que pone todo engranaje en orden y le da cuerda. Es lo que hacía cuando reparaba ordenadores, y es lo que después hacía cuando enseñaba a otros fotógrafos a usar los equipos. Pasé de los objetos a las personas y ahora tengo que pasar de nivel y no solo usar mis conocimientos para arreglar lo roto o enseñar a otros, sino descubrir, crear. Y si algo espero que hayas concluido llegados a este punto, es que no estamos hablando de crear de manera física, como un ordenador, ni artística, como una imagen; hablo de crear conocimiento, que es precisamente lo que persigue un doctorado, y es precisamente el reto más difícil al que, yo cobarde, no sé si podré enfrentarme. Incluso aunque ese conocimiento sea burdo y banal como en el caso de las humanidades o las ciencias sociales. Pero descartando las ciencias y las ingenierías, y tomando por lejana, distante, y tardía a la psicología, no queda otra que reorganizar mi mente y asumir que juego en el equipo que he detestado siempre, pero el único que ha quedado disponible. Y ojo, no es que yo quiera ser doctor, aunque reconozco que el título suena guay, aunque sea en cualquier cosa que no sea de las que salvan vidas o crean cosas importantes; es que si en su día tuve que pasar por la universidad para ser profesor de FP, ahora tengo que doctorarme para ser un pensador crítico que pueda ponerse delante de un público y hablar con autoexigencia, seguridad y rigor. Arreglando con ello el sistema más jodido, menos tolerante a fallos y más complicado que se conoce: la sociedad humana. Porque falsos profetas subidos al escenario de la influencia hay muchos, cada vez más, cada vez peor, y cada vez desde más lugares; pero es precisamente por la existencia de esos individuos tumorales por la que hace falta convertirse en parte del mecanismo que venza ese cáncer de intolerancia, desinformación, mentiras, e ignorancia. Pese a que el mundo siga prefiriendo Mediaset a La 2.

No soy soberbio, ni arrogante, y está claro que no osado. He cometido al menos tantos errores como me caben en una mano, pero lo hice intentando preparar mi felicidad para después, y aún ahora sigo ignorando mi felicidad de ahora, porque el ahora dura un instante intangible, pero el futuro es inalcanzable y, por tanto, proyectando mi felicidad al futuro, duraría más tiempo, en teoría, pero ya sabéis que estoy trabajando en que las teorías se me den, al menos, mínimamente bien, aunque eso quizá sea inalcanzable 😉

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