Hoy es domingo y anteayer fue viernes. Empecemos por ahí.
El viernes me levanté cansando e hice lo de todos los días, ducharme, desayunar y trabajar. Empecé a darme cuenta de cómo funcionan las cosas en la oficina, de lo que falta, lo que me falta, lo que hace falta y lo que tengo que aprender y mejorar. Total. Que se pasó la mañana. En resumen es lo que puedo contar.
La tarde fue mejor. Cociné unos macarrones con tomate y me devoré la quinta parte de La Casa de Papel. Unas cinco horas de intensa acción, drama, comedia. Lo que te puedas imaginar y más. Y luego vi el making of, y flipé. Ya me hizo plantearme que no me iban a quedar unas producciones igual de bien a mí, ni se esperaba. Menudo bajón me entró al saber que llegar a producir algo tan brutal requiere de mucho dinero, de muchas personas, y de muy muy buenos profesionales con experiencia dedicada a funciones concretas. Después me puse una película bélica, ya que las calles no dejaban de sonar a pólvora, pues al menos que acompañaran los efectos de sonido. Pero me quedé dormido así que…
El sábado fue de resurrección. Me desperté a eso de las 11, me levanté no sé cuando. Pero terminé esa película que dejé a medias y me puse una española titulada «Amor en polvo» que, bueno, no estaba mal para no hacer nada. Al menos me percaté que se pueden hacer producciones más sencillas y no pasa nada. Pensé en hacer la colada, pero no tengo mi propio detergente y no sé cómo va eso de compartir así que… Y tampoco sé muy bien dónde tender. Total, que mientras quede ropa limpia…
Luego me duché y me llevaron a las fallas donde sentí estar inmerso en esa escena de la serie donde todo son explosiones y tiroteos. No es broma, me lanzaron un petardo a un par de metros y sentí ese pitido en el oído similar al efecto de sonido que ponen cuando hay una gran explosión junto al personaje. Pues así, el tímpano se te perturba y el espacio parece ralentizado. Unos segundos en los que no te sitúas. Completamente desconcertado. Me sorprende que no haya accidentes.
Y bueno, al final de todo el paseo y con el metro cerrado toca volver andando hasta el coche a pocos minutos del toque de queda. Lo dicho, una guerra civil en toda regla. Y ya en casa a dormir.
Pero ni en sueños. Para variar he tenido pesadillas con el trabajo, la presión se nota en el inconsciente y no basto con eso. ¡pum! Un petardazo seguido de otros más me despiertan como si fuera 1938.
Las 8 de un domingo, pues huyamos del mal sueño poniéndonos a trabajar. Y así hasta las 14 horas. Ahora toca ensalada y película. Luego ya se verá. ¡Qué duro es esto de cambiarlo todo!
Y se vio, me vi «Cover» y me sentí aún peor, pues como su protagonista me puede el miedo, me atormenta el pasado y lejos de rendirme en la cama buscando nuevos empleos en Madrid, cosa que hice durante unos minutos sin solicitar ninguno; me puse a trabajar para autoconvencerme de que es un trabajo que puede hacerme feliz y ponerme en esa posición estratégica que me abra mil puertas en el futuro.
Pero sigo triste, mis neuronas petardean como las calles, mi estado de ánimo está en ascuas, y no sé si tengo miedo o ganas de que llegue mañana. No me gustan los trabajos tan abiertos, cuando tengo workshop sé lo que tengo que preparar y hacer. Cuando estaba en mi estudio sabía con lo que contaba y planificaba cuándo y cómo, pero aquí la logística es más compleja aunque pueda engañar el nivel de producción. Así que no sé que tengo previsto para mañana y eso es lo que me llena de inseguridad al sentirme un gasto cuando obviamente sé que no lo soy, pero hasta a los diamantes hay que pulirlos para que brillen. Aunque ahora mismo me sienta como un petardo cuya mecha se apagó antes de llegar a la pólvora.
El cielo está nublado, el día está gris, y no tengo ganas de hacer la comida de mañana, ni de comer, para ser sinceros. ¡Qué bonitas se ven las cosas desde fuera! Pero que eso no rinda, yo he venido a cumplir un sueño y no pienso dormirme en el camino. Pienso demostrar a las pesadillas que se equivocaron, y con un poco de tiempo pienso volver a Madrid con mi experiencia, mi titulación requerida y completamente preparado para ese puesto de profesor que tanto ansío sin estrategias de marketing, solo alumnos y alumnas.
Son las 21 horas de mi primer domingo en solitario. Quizá marche a dormir. Quizá me ponga una peli de acción. Quizá pasee. Quizás, quizás, quizás. Menuda vida de anuncio, de anuncio malo.
No quiero llamar a mi familia por no ponerme a llorar, por no desmoronarme, por no prender como esas fallas. Estoy viviendo un capítulo en mi vida de los que hacen falta para activarse, para conocer el mundo real. Y de esta prueba voy a salir, quizá no ileso, pero sí preparado. Así que por hacer honor a ese cine con el que comparo mi vida: Que empiece el juego