Un día después de mi primera ponencia pasó lo que no debería haber pasado.

Llegué a la oficina y mi puesto estaba ocupado por un compañero comercial de visita, por lo que dejé mi chaqueta no en la silla donde la dejo siempre, si no en el perchero. Craso error. Fui al estudio, lo recogí, lo dejé bien bonito y ordenado como si del mío se tratase y me puse con las tareas de oficina ahora que el comercial se había metido en la sala de reuniones.

Llegó el ponente y le recibí, y sin saber cómo, había llegado la hora de marchar al aeropuerto para viajar a un evento que próximamente comentaré.

Esa pésima gestión del tiempo provocó que la estación de streaming no estuviera preparada ni probada, y marché dejando el marrón al resto del equipo.

Para colmo, agarro el ordenador de mi mesa así como la maleta del equipo fotográfico y cuando estamos de camino al aeropuerto me percato de que no llevo la chaqueta, algo que podía no tener importancia salvo porque en el bolsillo interior estaba mi cartera con mi documentación, necesaria para emprender vuelo. Así que toca llamar a una compi para que me la traiga. No basto con esto, me percato también de que no cogí el cargador del portátil, y ya es tarde para que me lo traigan así que toca ahorrar batería y esperar a que el envío express llegue al día siguiente antes de mi pequeña demostración del equipo. Que os adelanto que no llegó y tocó apañarse, nada grave.

Lo grave pasó esa misma tarde. Mi compi tuvo que preparar la estación de streaming rápido y corriendo y como todas las desgracias vienen a la vez, se averió la webcam. Y ya me contaréis cómo se hace una retransmisión audiovisual sin vídeo. Desde el aeropuerto intentando dar las indicaciones necesarias, pero la cámara estaba muerta. Suerte que tenía la mía personal en el cajón y con ayuda del soporte técnico de la oficina mis compis pudieron transmitir, un poco tarde, pero una vez empezado todo salió correctamente.

De esta sucesión de anécdotas desastrosas aprendí que el tiempo es hora, digo oro, digo ahora; porque pasa tan rápido que no lo ves venir.

Así pasé de la felicidad de haber dado mi primera ponencia a la frustración de correr al aeropuerto para luego esperar el avión, a la culpa de no haber hecho mi trabajo y por si fuera poco, a toda una sucesión de improvisados sucesos que son ahora experiencias para contar y aprender.

Podría añadir también aquí la cagada en al demostración de producto en el PhotoFestival de Mijas, en donde una vez probado lo que iba a realizar, resulta que al ser una cámara de demo había sido manipulada hasta el punto de no disparar el flash. Pido otra para salir del paso ante más de 50 personas viéndome fracasar. Me indican que debo dejarle la cámara a una ponente y cómo no sé qué ajuste hace fallar el flash la reseteo de fábrica y todo funcionando.

Tras terminar la ponencia me doy cuenta que por defecto el archivo predeterminado es JPEG, por lo que menos mal que en Capture One pude hacer un apaño.

Después, desde la dirección del festival me piden un milagro y, tras un par de minutos, me viene la solución y hago magia.

Por último, asisto a una de las artistas más creativas que he tenido la oportunidad de conocer y acabamos el evento por todo lo alto.

Una cena de negocios después y comienza otro episodio que borrar de la memoria, y por tanto, no tiene cabida aquí. Pero sin entrar en detalles, tras cena, fiesta. Málaga, playa, noche. Igual a desfase. Y un empalme después vuelve a fallar el reloj, la gestión del tiempo, y perdemos el tren a la estación. Irremediablemente toca pedir un taxi y corriendo a alcanzar el AVE.

Y así, descarrilando, termina esta aventura tan caótica con la humilde moraleja de que el tiempo corre. O mejor, vuela, como el anuncio de Renfe.

Pero bajo estas sombras se avista un rayito de luz. Gente maravillosa, amaneceres helados, y una brisa con olor a recuerdos de infancia.

Y pese a todo, creo que es el primer puente del que, a pesar de todo, de los ahora justificados desastres, no me he querido tirar. Porque aunque la cagué, supe tirar de la cadena sin airear la mierda. Porque supe afrontar la culpa, los retos y resolverlos. Porque aprendí, que en esencia es eso la vida.

Y ahora, humildemente más experto, me despido por hoy.

Gracias por leerme

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