Five está cansada de dormir solo 5 horas al día, de comer poco y mal y ver cómo su cuerpo crece a lo ancho hasta casi no verse los dedos de los pies y no caber en pantalones que hace no mucho tiempo le sentaban estupendos.

Se levanta a las 6:50 para que le de tiempo a una ducha, vestirse, un sorbito de zumo con sus pastillas matinales y quizá si se ve con ganas, prepararse un sandwich. Después de eso sale al tren, donde cabecea con los párpados cerrados los 15 minutos que dura el trayecto. Camina otros 15 hasta la oficina sin apenas fuerza en las piernas, con frío, y sin ganas, pero le gusta llegar la primera.

Se sienta en su silla, abre el ordenador y como los emails ya los ha revisado desde el movil, odia que se queden sin contestar antes de dormir, revisa el resto de tareas, quizás haya reunión, o tenga que agendar un evento, cambiar un precio, prestar material, crear un cartel, planificar un vídeo, montar un vídeo, crear un directo… tantas cosas y tan poco tiempo.

Mira la estantería, vacía, y eso le pone triste. Mira en la tienda su lista de favoritos, llena. Mira su cuenta del banco, justita.

Mira sus mensajes personales, solo su madre ha escrito. Triste.

Mira a quén escribir. Nadie. Triste.

Sigue trabajando. Y así sin parar hasta que llegan a echarla de la oficina. Se queda hasta el cierre porque en casa no le espera nada mejor.

Y vuelta a caminar 15 minutos. En el tren tiene sueño, cabecea, casi se pasa la parada del agotamiento.

Llega a casa, cansada, se echa en la cama, sin cenar y sin desvestir. Da vueltas, al cuerpo y a la cabeza. No deja de pensar, no encuentra la manera de salir del bucle.

¿Pareja? No la encontrará en Tinder. ¿Dinero? Hasta la siguiente nómina no habrá más. ¿Salud? Sin comer y sin dormir, complicado.

Tiene que estudiar pero, ¿qué importa eso cuándo no se tiene nada? ¿A caso va a cambiar algo? Sigue sin dormir.

Publica un par de chorradas en Stories. Mira quién las vio, nadie. Cinco minutos después, Pocos.

Mira algo que ver en YouTube. Nada. En Netflix. Nada. En Disney+. Nada. En Prime. Una vieja serie de su infancia. Puede valer. 16 temporadas dan para un par de semanas.

Entre capítulo y capítulo Five revisa sus Stories. Sin trascendencia. Sin comentarios.

Saca un disco duro viejo y rebusca fotos chulas, las reedita. Así tiene algo que subir al día siguiente.

Se acaba la batería del portátil. ¡Maldito! Lo pone a cargar y apoya la cabeza en la almohada. Piensa. Piensa. Piensa. Mira Instagram. Nada. Mira Tinder. Nada. Mira el email. Parece que llegó uno de trabajo. Hace la tarea y lo contesta.

Entra en Idealista. No puede permitirse nada. Entra en la tienda, revisa sus favoritos. Piensa. ¿Y para qué? Si no va a darle uso, no quiere autoengañarse una vez más. Mira Instagram. Nada.

Con suerte desfallece y vuelve a vibrar el reloj. Agotadísima. Pospone 10 minutos, Mira la app del tren. Pospone otros 10 minutos la alarma. Mira la app. ¡Mierda! Se viste, toma sus pastilas matutinas con un sorbo de agua y sale corriendo.

Y así, hasta el fin de semana. Pero esa es otra historia.

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