Todo empezó cuando era un niño de a penas cinco años y llegó el primer ordenador a casa. Ese nuevo siglo XXI cargado de novedades. Y pese a que con mi temprana edad no pude percatarme, había llegado a casa un aparato que incluso sin Internet, promovía de conocimiento y entretenimiento. Recuerdo aquella Encarta 2000, ahora sustituida por la Wikipedia. Aquel juego del Pryca, ahora Carrefour, con el que me divertía tanto llamado «El Planeta del Tesoro» y aquellos disquetes que no sé muy bien qué guardaban, pero ahí estaban. Una caja metálica de color blanco unida a un monitor de rayos catódicos más profundo que ancho. Un Windows Me del que probablemente solo los más nerds se acuerden, y cómo olvidar las máscaras del Windows Media Player. Así empezó mi andadura por la tecnología.

Un día alguien murió, y tras pasar la noche llorando, desperté y vi el monitor emitiendo luz, allí estaba abierto ese Word, que por entonces venía incluido, en el que escribí mi primer poema con tan solo 8 años Poema que fue impreso con la impresora cutre que también venía con el pack. Y que fue recitado en el funeral e introducido en el ataúd hasta que años después fue incinerado. Una copia inédita ahora echa cenizas.

Tras ese equipo llegó Internet y un nuevo ordenador junto con el épico Windows XP, el Panda Antivirus y los miles de virus consecuencia de darle acceso a Internet a un adolescente de 10, 11, 12 y 13 años cuya única barrera es un banner que te pregunta si eres mayor de edad y nada más. Y cómo olvidar ese Messenger, esos zumbidos, o ese Tuenti lleno de notificaciones escritas con letra verde. Para mí la mejor red social que ha existido nunca. Y la cual como toda red social trajo más problemas que beneficios.

Pero por acelerar un poco, cuando solo hay un ordenador en casa, un único dispositivo de acceso al mundo, y tienes una hermana mayor, compartir parece una tarea compleja. Así que llega tu 14 cumpleaños, ahorras, y compras tu primer ordenador portátil. Ya en aquel entonces deseaba ese descatalogado Macbook Pro de plástico blanco tan juvenil, pero sus más de 900€ eran demasiado para los ahorros de un adolescente, así que me compré un HP G62 con procesador AMD, ya que por aquel entonces odiaba Intel desde lo más profundo de mi alma. Y fueron buenos tiempos. Un Windows 7 al que particioné e instalé Ubuntu, y posteriormente Debian. Escribí muchísimos poemas, muchísimos textos de amor no correspondido, jugué muchísimo a Los Sims 3 y por fin, después de sufrir sobrecalentamiento desde el día de su compra, llegó el día en que volví de comer y ya no encendió, no lo usé, simplemente estaba encendido descargando algo en eMule y cuando volví estaba muerto. No funcionaba nada. Solo prendía el ventilador y desprendía un olor como si algo dentro de él se hubiera quemado.

Y así fue cómo murió mi primer portátil.

Y como no tenía dinero para otro, como no quería sufrir de poca batería ni de calentamiento me compré lo que por aquel entonces estaba de moda. ¡Bienvenidas las tablets!

Pero lejos de tener dinero para un iPad, y lejos de limitarme a las aplicaciones de un Android, compré un chinesco tablet Windows 8 con teclado que aún hoy funciona.

Pero un hardware así se queda corto, por lo que aprovechando mi periodo estudiando microinformática tiré de ahorros y me monté mi propio sobremesa. Un Intel i7, 16Gb de Ram, SSD, y perspectivas de ampliación que han hecho que a día de hoy mantenga ese equipo con una gráfica de 6Gb, 8Tb de HDD, 512 SSD y 24Gb de Ram, pero cuyo Intel i7 es un cuello de botella que limita su capacidad de cálculo.

En 2018, desde Barcelona me salió una entrevista de trabajo por lo que gasté 300€ y me compre un portátil Dell con equivalente hardware a mi sobremesa desde el que hice la entrevista, desde el que me matriculé en la universidad, desde el que hacía los trabajos de la UOC mientras acudía al trabajo en tren o hacía las guardias por la noche. Y al que hice una de las mejores fotos de mi portafolio. Pero que, el verano de 2021 decidió morir sin previo aviso. Simplemente dejó de cargarse. Algo en él provoca un cortocircuito nada más conectar el transformador.

Llevaba enamorado del Macbook Pro desde que con 12 años lo vi en esos anuncios tan míticos de Windows vs Mac, desde que pude tocarlo en un mostrador de unos grandes almacenes. Y aún más desde que en noviembre de 2020 Apple me diera la solución que resolvería todos mis problemas. Su SoC M1.

Pero estando en verano de 2021 y con rumores de una versión de ese SoC más potente, me debatía si esperar o invertir en un equipo que me había dejado enamorado por sus prestaciones-precio. Pero en lugar de comprarlo, recurrí nuevamente a Wallapop donde compré un MacBook Pro de 2012 con el que, al menos, poder ir tirando.

Y tiré, tiré como pude hasta que por fin, el 18 de octubre de 2021 Apple lanzó la renovación de esa obra de ingeniería. Sus M1 Pro y M1 Max con un rendimiento y eficiencia envidiable. Pero cuyo precio ya no era tan contenido. Así que, aunque se me iban de precio, pedí un préstamo y encargué una bestia del procesamiento supervitaminada con 64Gb de RAM, 2Tb SSD, 16″ de pantalla increíble, y un chip que ni se caliente, ni se rinde ante las tareas difíciles, y cuya batería alcanza horas y horas. ¡La herramienta definitiva! ¿Qué son 4.473€ cuando al fin de ofrecen lo que necesitabas?

Lo bueno se hace esperar, no es solo un refrán. Con la crisis de los chipsets y los problemas de la demanda de stock han hecho que desde que lo pedí el 22 de octubre de 2021 no haya podido disfrutar de él hasta el 9 de diciembre de 2021 que me llegó. Un tiempo que se me hizo larguísimo, una eternidad. Pero al fin tengo el equipo que llevo deseando desde que con 5 años me enamoré de la tecnología.

Para que te hagas una idea, llevo una hora escribiendo este texto directamente en WordPress y solo he gastado un 1%. Claro que si hubiera puesto Spotify de fondo quizá hubiera gastado un 3%. ¡Una pasada! ¿No crees?

Apple ha vuelto a hacer lo que ya hice en 1984. ¡Liarla parda! ¡Revolucionar la tecnología! Soltar en el mercado un dispositivo capaz de hacer lo que ningún otro puede hacer. Y sí, al igual que en 1984 alguien se pasó con los precios. Solo que esta vez no hablamos de un Macintosh, si no de una obra de arte similar a la que fue el lanzamiento de ese iPod el 23 de octubre de 2001. Sí, 20 años antes.

No os equivoquéis, no son para nada fan de Apple, odio a muerte los iPhone, me parecen altamente caros y para nada intuitivos. Y como técnico experto en Windows me está costando adaptarme a MacOS, pero reconozco que tiene un software muy optimizado, muy estable, y unas aplicaciones maravillosas como Final Cut Pro, KeyNotes e incluso iMovie. Así que no, no te voy a recomendar Apple a ciegas, pero sí te recomiendo un Apple con M1, sea la versión que sea. Porque es un producto único, porque vas a tener eficiencia, eficacia, potencia, y rendimiento. Porque harás lo que no podrás hacer con otro equipo. Y eso es todo. Esta es mi llegada al ecosistema Apple. Al M1 Max. A la re-evolución tras 20 años usando la competencia sin que me satisficiera del todo.

Un 3% en 2 horas de escritura web. Apuesto a que a Kent Follet le bastaría una sola carga para completar una de sus novelas.

Esto no es una review de mi nuevo. De mi primer equipo realmente adecuado a mis necesidades . Por lo que lo dejamos aquí. Y nos leemos en la próxima.

Gracias por leerme

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