Ayer realicé la reserva de plaza para el grado de psicología de la UNIR por 500€, a falta de pagar otros 3.376€ para completar la matrícula. Sí, es mucho dinero. La suma por el grado completo podría superar los 14.364€ que, si bien es la totalidad de un sueldo anual y parece mucho, porque lo es en España donde una universidad pública cuesta menos de la mitad, no es lo que más me preocupa.
Y es que si bien ya pagué más de 6.000€ por el Máster de Fotografía Artística, ya que tuve que repetir 24ECTS, al final es dinero que inviertes en desarrollo personal, en conocimientos, en experiencias. Y en este caso mereció cada euro porque aprendí mucho sobre arte, fotografía e investigación académica. Y todo gracias a repetirlo y (re)estudiarlo en el momento adecuado.
Lo que me preocupa, más allá del dinero, obvio, y más cuando no sé qué pasará con mi situación laboral y económica dentro de seis meses. Es que ya estoy matriculado en psicología en la UOC, donde pagué 1.212€ por este semestre. Y no he podido hacer frente a los estudios por diversas razones. Eso supone un gasto de un mes de salario que se ha perdido, aunque no de todo, pues deja en mí un aprendizaje, que no es el motivo de mis rumiantes nervios.
Y es que aunque lo he hablado con la psicóloga clínica y me ha animado a reintentarlo, y a debatir si debo considerar fracaso este semestre o asumir que a veces las cosas no se dan en el mejor momento (como me pasó con el máster) y eso no implica una decepción personal; lo cierto es que no solo implica una inversión económica mayor, que quizá sea lo de menos, es que dado mi curriculum y analizándolo detenidamente, da la impresión de que más que versátil y polivalente, lo que he estado haciendo durante mi vida es viajar a la deriva.
Es cierto que hasta ahora todo se ha combinado a la perfección, y que tanto los estudios como la experiencia anterior han potenciado lo siguiente. Pero ¿dónde encaja ahora la psicología? Sí, es la carrera que siempre quise estudiar desde que en el instituto descarté medicina al repetir segundo de ESO e ingeniería al huir de bachillerato y la programación. Y sí, puede que ahora que soy máster en fotografía artística con ese sobresaliente TFM sobre Fotografía Terapéutica me haya puesto como excusa que ahora que he descubierto la fotografía terapéutica tenga que ser psicólogo para ejercerla, en cierto modo estoy seguro que así es, pues aunque lo vistamos como proceso facilitador, de introspección, de bienestar psicosocial, y aunque la labor del arteterapeuta sea más educativa que psicológica, pues su función es proveer de herramientas para el autoconocimiento y la autorrealización; eso es también lo que hace un psicólogo. Y es de hecho que muchos practicantes de la fotografía terapéutica son psicólogos apasionados de la fotografía, y no al revés, como es actualmente mi caso.
Pero ese no es el motivo principal de todo este jaleo. Porque como bien le expuse a la psicóloga clínica, estudio psicología porque es lo que siempre quise y por desarrollo personal, que además potenciaría mis habilidades en dicho proceso de fotografía terapéutica y, como pasó anteriormente, potenciaría mis habilidades presentes y futuras. Por lo que a nivel de estudio, de competencias personales, está bien atado.
El run run viene porque ahora que veo mi futuro laboral complicado, pues con esta patología no me veo trabajando en entornos presenciales, además que, tras pasar dos años lejos de una persona que ya no está he descubierto que no quiero alejarme de los que amo ni perderme momentos a su lado. Por ello, solo estoy dispuesto a asumir trabajos en remoto o con estancias breves que no me alejen demasiado del hogar. La mejor forma que se me ocurre es ser profesor de la UNIR, pero para eso, más que otro grado en una facultad distinta, me hubiera venido mejor emprender esos cuatro años en una tesis doctoral. El problema es que, aunque quiero ser doctor, siento que aún no estoy en el momento de realizar dicha incursión. Además, creo que las competencias que me enseñará el grado en psicología me prepararán para esa tesis, sea de lo que sea, que espero una las artes, la educación y la salud. Los tres pilares básicos de toda sociedad.
Sí, a estas alturas ya sabrás que mis nervios no vienen porque haya abierto un camino completamente diferente al que ya discurro, si no porque eso aplaza un poco más mis posibilidades de trabajar en aquello que quiero, que es la docencia, la divulgación, la enseñanza y la creación (que ahora solo puedo desarrollar online con plenitud, y quizá presencial con dificultades). Porque no sé si podré encontrar un trabajo que me permita realizarlo desde mi ordenador, y compatibilizarlo con el exigente grado de psicología y el cuidado de mi sobrinita y de mí mismo. Me veo escribiendo en la revista de la UNIR, en blogs de fotografía y psicología, escribiendo quizá algún libro para una editorial especializada… ¿Quién sabe? Quizá me toque conformarme con un puesto reservado del ayuntamiento, como colocar libros en la biblioteca municipal ¿qué sé yo?
Como le dije a la psicóloga clínica, ya me preocuparé del trabajo cuando sepa qué dice el INSS sobre mi Incapacidad. Pero ahora tengo claro que he de centrarme en mi salud, en mi sobrinita y en mis carísimos y exigentes estudios de psicología. Y pese a todo, pese a parecer tenerlo claro, sigue sonando el run run. Porque la incertidumbre estaba servida, lo bueno es que aún me quedan unos meses de estabilidad, creo.