Hoy es el día en que les hablo de física, aunque ni ustedes ni yo entienda más que la metáfora con la que voy a viajar.
Mi vida ha cambiado en unos meses. Hace un año tenía un trabajo que me agotaba, me volqué completamente en la universidad la cual necesitaba terminar lo antes posible para poder opositar a mi sueño de ser docente de Educación Pública, pero un nuevo trabajo llegó y lo retorció todo. Y ahora, a falta de un TFG para terminar el grado en comunicación, estoy esquivando la reunión con el tutor porque no he avanzado nada desde la última.
Y es que me siento decepcionado. Miro atrás y siento que la universidad no me aportó nada práctico, nada real. Y no me engañaré, parte de esa sensación es culpa mía, porque no me sentí nunca universitario, porque más que el camino vi el medio. No me nutrí, devoré los pdfs y los expulsé en una diarrea de infelicidad.
Y ahora lo sé, lo sé porque paso 9 horas con un joven que ha sabido exprimir cada gajito de vida, cada momento en el campus, cada oportunidad laboral. Y eso me hace sentirme un juguete viejo, desfasado, y más ineficiente que un motor de combustión de los 90s.
Y lo cierto es que trabajo en publicidad y todo lo que pensé que me había enseñado la universidad se convierte en nada. Y de nada me sirvió cursar todas esas asignaturas de creatividad publicitaria porque para ser copy hace falta algo más que creatividad. Así que me siento entre trincheras, y sí, recibiendo todos los tiros, los morteros y el fuego aéreo.
Y llego a casa y no me miro al espejo porque no tengo, pero me miro y sigo sin verme como me gustaría, me ducho y ni el jabón vegano limpia todo lo que no me gusta, y es como intentar borrar con el lado gris de la goma; rompes el papel antes que lo escrito.
Y empiezo a echar de menos lo dejado atrás, no por mejor, pero sí conocido. Y entiendo el funcionamiento de un motor de curvatura, solo que le tengo invertido Y el pasado se dilata alejándome, y el futuro se contrae sin dejarme tiempo a asimilar lo que viene. Y entonces puedo ver mejor lo que dejé y menos lo que obtendré. Concretamente me dejé la maquinilla de cortar el pelo, el cual me empieza a incomodar.
Y sí, sigo sin dinero, así que cualquiera se revela ahora contra un sistema que yo mismo pretendo derrumbar.
Solo para aclararlo. No estoy triste. Estoy decepcionado conmigo y con el mundo. Eso es todo.
Hoy más que jugar con las palabras las he arrojado sin más. Y eso tampoco me gusta. Pero a veces hay que vomitar para sentirse mejor. Así que después de esta bulimia sentimental, tiro de la cisterna y bajo la tapa.