¿Tú bebes? fue la primera pregunta de aquellas jóvenes en pleno salón de fiestas. Respondí con una negativa clara y me dirigí a la barra solo por apoyarme en algún lado y no quedar en medio de ninguna parte. Volvieron y esta vez su pregunta fue «¿Tienes novia?» Y en un alarde instantáneo de creatividad… «¿Novia?¿Qué es eso?» Para resumir en dos contrapreguntas sencillas mi opinión al respecto. Parecían tan receptivas que empecé a ponerme nervioso.
Con el paso del tiempo mis compis me llevan al centro de la pista de baile e intentan que yo haga ese intento de coordinación, sin mucho ímpetu ni éxito. Una de esas chicas vuelve e intenta bailar conmigo. «No bailo» le digo, para evitar un incómodo rechazo, porque ya sabemos que «muestra cómo bailas y te prejuzgaré como follas».
Total, que ella lo intenta y yo completamente rígido.
Minutos más tarde, una compi lo intenta y me suelto un poco, tanto que acabo entre dos de ellas siendo la salchicha del perrito. Y del perreito la otra se pone celosa y me suelta: «ah, con ellas sí y conmigo no» y se marcha dejándome con la explicación a medias. Y yo me quedé sin empezar si quiera.
Bastó eso para que la buscara con la mirada el resto de la noche, algo difícil porque a mí no se volvió a acercar. Así que por no jugármela a quedar de tieso con un baile descoordinado, quedé de… descarte.
Y eso me dio para rumiar toda la noche, para plantearme mi existencia, para caminar por toda Málaga sin temer perderme, porque ya me había perdido a mí mismo y una oportunidad de esas que no me pasan porque veo demasiada ficción y no sé aplicar en la realidad. Y horas después y unos cuantos Kilómetros en los zapatos volví a la cama, solo, en la habitación solo, porque mis compis salieron de fiesta. Solo, lo cual dio para otro par de pensamientos rumiantes hasta caer rendido.
Y ya estaba, no había nada que hacer, el tren pasó y paró 3 veces, por si una no hubiera quedado clara. Y salté pero a la otra vía, la vía cobarde. Y si solo hubiera sido una vez… Pero qué difícil es ligar cuando el nudo lo tienes en el alma y no te deja ser libre esa fobia social. Cuando sobrio no bailas porque los músculos se paralizan como los ejes de un gimbal luchando contra el movimiento natura..
Y hasta aquí la historia. Podría decir que la busqué, por redes, como un puto psicópata. Que la escribí, como un puto cobarde. Que la encontré, como el prota de una peli mala de por la tarde. Que la realidad no superó a la ficción en absoluto.
Y es que ni siquiera buscaba nada, pero si te encuentras algo, quieres hacerte las preguntas o, al menos, ver si aparecen respuestas. Pero no. Parece que a pesar de la labia en el chat, y de haberse uno desnudado emocional, sexual y personalmente en persona delante de todos los asistentes de un workshop donde la volviste a encontrar, no basta.
Porque ni ella es un tren que pasa tres veces, ni tú una puta locomotora que vaya a lograr que se monte (en el vagón de cola jajajaja ¡tenía que ponerlo, era demasiado fácil! y rimaba : )
Y aquí estoy, un mes después de la noche de autos (de choque jeje) pensando y pensando en cada una de las veces que ocurrió algo parecido, o padecido más bien.
Porque uno no busca nada, pero es como pasar por los pasillos del supermercado y que tu mirada y tu estómago se pongan de acuerdo en que se te antojan esas galletas con chocolate veganas que no tenías previstas, que ni sabías que estaban, y que cuyo valor está casi por encima de lo que puedes pagar, pero te apetece. Pero las mujeres no son galletas, y me voy a ahorrar el chiste de las pepitas jiji… Total, que conocí a una muchachita muy interesante, que se presentó directa y segura y que yo, por idiota, dejé escapar sin responder a todas esas preguntas que me surgieron.
Fue como la ciencia, una hipótesis que llegó en un momento inesperado y dejó miles de incógnitas que no acabaron en experimentación. En teoría.
¡Maldito Sugar! Todo lo vivido se traduce en una chica con la que no viví más que el amargo, casi ácido, sabor de su insatisfacción. Siempre me quedarán sus audios puro azúcar, o esa especie de relación amistosocomercial que nos une.
Y a seguir fluyendo, aunque de fluidos…
Quizá otro día os cuente lo feliz que fui encendiendo velas a su lado, aunque acabase a dos.
Aunque sintiera que me estaba derritiendo cuando ella se marchó en ese ascensor hasta el sótano de mi fracaso.