Esta es otra recopilación de gotas de esas que por separado no calan, pero en conjunto son una tormenta que relampaguea tus neuronas haciendo que tus axones se lien con las dendritas y manden los neurotransmisores a la sala de espera de la sinapsis.
Miami es de esas personas que no tienen una entrada fácil. De hecho en mi semana de asentamiento pensé que iba a trocearme porque sus miradas cortaban más que un cuchillo de Albacete. Pero ahora, que le he visto los dientes, que no la cola, al caimán, me da cierta pena porque ya me había acostumbrado al roto de sus pantalones, a sus floridas camisas y esa forma de andar que es como dejar que el aire lo lleve. Debe ser que la gravedad para él atrae menos, quizá porque sus ojos son de otro planeta y sus rizos son más distintivos que los anillos de Saturno. Y sí, bajo ellos veo un universo que explorar y una cierta picardía que me parece la mejor arma de autodefensa. Me encantaría meterme en su mente y bucear hondo. Pero Miami se aleja tras romperse la Pangea. Así que fin.
Y qué decir de ella, a la que no puedo poner nombre de ciudad porque no sé por dónde anda, a la que no puedo más que echar en falta cuando no está a mi espalda, aunque no signifique más que compañera. Pero el brillo de sus ojos tras los cristales de sus gafas es como un extra de energía, la carga inalámbrica. Como esas piedras que los supersticiosos aman porque les trae suerte llevarlas consigo; pues ella es algo así. Y cuando no la siento cerca me falta algo. La veo ahí, con sus diseños, con su cara de desacuerdo, coartada por decisiones marketinianas, ¡puto marketing! y me apetece invitarla a pasear por el jardín y gritar, como en una película americana, «¡Soy artista!¡Que le den al marketing!¡En mi arte mando yo!» mientras nos reímos, nos miramos y una oleada de nubes grises lo convierten en comedia romántica haciendo caer una lluvia torrencial que nos empapa. Y mojados, tiritando, y felices, volvemos a entrar aunque yo me quedo rezagado un momento para verla marchar con una sonrisa más grande por dentro que en la cara y una mirada llena de azúcar. Si es que no sé qué hago en marketing si lo mío es creatividad, será que de tanto hacerme ilusiones han creído que tengo la fórmula de generarlas en los demás.
Miami y ella son pura vida, uno le hace madurar a la otra y la otra hace rejuvenecer al otro. Se miran cómplices, se juegan, y si no se desean es porque no se pelean, pero qué bonito es ver amor en todas sus formas. Y por tirar de metáfora qué raro que en una ciudad donde se llevan los trenes no hayamos previsto uno que nos lleve al final de esta película moderna y extraña.
Y sin embargo, voces graves resuenan en las paredes de ese palacio de madera, cristal y cemento pulido. Y si antes sobraban las palabras, ahora todavía más pecando en un exceso que siento una sobredosis que me agota el alma. Y pienso en irme al cubo, pero el cubo tiene muchas caras y la de ella es una, y no me gustó nunca estorbar y querida psicóloga, ahora si es estorbar que ella tiene faena, no es que haya vuelto esa fobia social que me ataba a un teclado por no poder pronunciarme ante quien accionaba mis deseos y mi miedo al rechazo. Pero volviendo a la voz de la edad, al mensajero de experiencias, al gurú de la proyección comercial. Nada. Sí sí, nada. Como lo lees. Mucho ruido y no quiero saber de las nueces. Yo de las mías sacaré buen material, audiovisual, que no genético; luego ya que cada profesional siga la cinta transportadora. Y sí, esto es una fábrica donde me basta con saber la pieza que viene antes y después de mí para formar la mía. Y a mi padecer lo tengo algo bastante claro, casi transparente. Y en cuanto a mi dirección y discreción; soy más de tumbos que de líneas rectas, aunque algo de rectos sí que entiendo.
Y hasta aquí las noverdades. Amores que no matan porque no conviven y enciclopedias de esas que se compran para tener en la estantería por si… no sé, no es mi despacho el que se decoró.
Una semana divertidísima y extraña que no se repetirá, para bien porque para mal me temo que si.
Ah, también me hice unas fotos, jugué con mis flashes porque son míos y no se pueden quejar, aunque ya me gustaría haberme iluminado con ciertos párrafos anteriores, podría pedirles una foto cual famosos, y eso estoy haciendo. Eso si, a escondidas de la covid y alguna que otra enfermedad. Vaya ángeles sin Charly separados por el yo KO ano del burned worker. Lo de Charly fue casual, pero causal también jejejeje. No os iba a contar todo cabrones, que esto es gratis.
Y así dan las 00 sin el 69 de un viernes cual se quieran y puedan hacer más que escribir. Que yo como la canción, son ilusiones, y aquí ni chichos ni en medio. Y a veces escribo y me asombro de la cantidad de mierda que hay en mi cerebro y la facilidad y fragilidad con la que sale en el momento oporculo. Sí, también me invento palabras porque está de moda. A ver si te crees que no veo el corrector ortotipográfico, sí, lo de orto venía adrede. He de reconocer que a veces la creatividad me viene de nalgas, pero mirad cuántas formas hay de meter trasero en un texto así sin protección ni vaselina. Tranquila madre, que no me hacen falta porque mojar solo mojo las zapatillas en los charcos. Pero siempre con cuidado de no meterme en uno.
Y podría seguir así hasta el amanecer, pero sería demasiado romántico y ya se me fue más bien a horario protegido. Así que yo os he puesto los dos rombos, pero me conformo con las cinco estrellas y esa subscripción para meterme por vuestro buzón consentido y con sentido del humor.
Hoy me han casi ruborizado creyendo que yo puedo gustarle a alguien, me miro al espejo y dudo, pero luego me leo y no me hace falta pensar porque me devoraba nada más poner el punto. Y dije punto y no puto ni condón. Que ni me vendo ni compro esas cosas, que las hay veganas sí, pero eso es como comer una banana sin pelar. Pero ¿y SI DA? Otra razón más para no jugar con la comida. Y si no lo pillas es que eres menos de oral y mucho menos de leer.
Te echaré de menos Miami. Mi a mí, porque de ti poco ya. Y ya sí me voy a soñar, que el alba está cerca, bueno en realidad no, pero ahora más que nunca molaría sentirla detrás. Y paro ya que me pongo a escribir escenas no aptas para todos los púbicos. Pero se echan en falta esos abrazos por la espalda, esas caricias en el pecho, esos besos en el cuello…
A Sí A
¡Mira! Bonito nombre para bautizar a esa Lara Croft a la que nunca conoceréis, porque yo tampoco.
Ah sí, me olvidé decir que el título es porque todas en la oficina tiene pareja menos yo, bueno todas aquellas con las que me daría un centrifugado aunque no fuéramos del mismo par. Eso y que al momento de escribir estaba lloviendo. Pero esto era mucho más aburrido y con el título bastaba. Ya sabéis, en este país con un título ya vale(,) de nada. Aclarado, ciclo completo, ahora a tender la vista y planchar la oreja.